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Enrique de Diego

Más sobre el error de Aznar

Varias encuestas han coincidido recientemente en algunas líneas que señalan tendencias: el PP mantiene una distancia sustancial respecto al PSOE; el partido socialista para la caída, se estanca o no remonta. José Luis Rodríguez Zapatero tiene buena imagen y es bien valorado por la opinión pública, pero en los diversos apartados, y especialmente en los de más calado o contenido, se sitúa claramente bastante por detrás de José María Aznar. El análisis en resumen de esos datos parece sencillo: el PP ganará las próximas elecciones generales, que perderá el PSOE.

Sin embargo, hay un dato que modifica la literal objetividad de unas conclusiones extraídas de premisas tan claras. José María Aznar no concurrirá, en principio, a las próximas elecciones generales, por una postura voluntaria de limitación de mandatos. La incapacidad para testar ese dato en las encuestas las convierte en inconsistentes. Como esta limitación de mandatos moral tiene un efecto contrario al de la legal del modelo norteamericano (en USA ello permite la floración de candidatos, aquí impide cualquier emergencia, inmediatamente sospechosa de conspiración palaciega), no se puede detectar ni establecer comparación alguna entre Rodríguez Zapatero y el ignoto heredero del aznarismo. Por tanto las conclusiones directas apuntadas han de ponerse en entredicho o esperar para la claridad a tiempos más avanzados de la legislatura.

Si Aznar fuera a presentarse a la reelección, la actual figura de Rodríguez Zapatero podría darse por finiquitada y su estrategia, considerarse como suicida. En la medida en que Zapatero está haciendo oscilar, bien que mediante la retórica, sus posiciones hacia la cercanía del discurso y la praxis de gobierno de Aznar, una competición entre ambos no tendría color, porque el electorado no tendría ningún incentivo para el cambio, porque yendo las cosas bien y no ofreciendo nada distinto, probablemente el PP entraría aún más en el electorado del PSOE. Sin embargo, esa estrategia resulta inteligente a la luz de la limitación de mandatos, porque en ese caso el mimetismo corresponde a la disposición de un heredero. Situarse en posición de espera es un blindaje contra la agresión dialéctica desde el poder.

En la medida en que el candidato socialista pretende ser heredero (en la línea de lo que sucedió con Margaret Thatcher y Tony Blair con el interludio de John Major), la lógica es que el auténtico heredero de Aznar, el que salga de las filas de su propio partido, haya de intensificar los perfiles ideológicos del aznarismo para representar un cambio dentro de la continuidad, que lo distancie del cuco Zapatero. Es decir, en el futuro, y toda vez que ahora mismo es materia reservada a la intimidad familiar de La Moncloa, el candidato del Partido Popular a la presidencia del Gobierno tendrá que ser una apuesta por profundizar en la liberalización, bastante más liberal que el socio-liberal Zapatero.

Una última encuesta de Opitel para Telecinco (no suelen ser muy fiables en época electoral) contradice las tendencias de las otras encuestas, pero confirma aún más la tesis mantenida ya desde el artículo anterior “El error de Aznar”. En esa encuesta, el PSOE mejoraría sus resultados, el PP descendería y, sobre todo, José Luis Rodríguez Zapatero se sitúa por encima de José María Aznar en la valoración.

La tesis última o conclusión es que la limitación de mandatos voluntaria de Aznar perjudica seriamente a su partido: desincentiva las críticas al PSOE (lo que beneficia a Zapatero) y le permite ganar tiempo hasta el surgimiento del “heredero” en el 2003.

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