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De manera habitual, una serie de movimientos minoritarios, y por supuesto violentos, ocupan las primeras páginas de los periódicos. Son tratados con simpatía, hasta que los periodistas ven las orejas al lobo. Es una extraña cuestión psicológica el hecho de que la violencia tenga tal prima mediática. Acciones violentas generalizadas son luego fruto de supuestas minorías violentas inidentificables. El movimiento okupa es violento de raíz. Parte de agresiones al derecho de propiedad y de la demagogia de los vagos, porque ninguno de sus miembros tiene prohibido trabajar, ganar dinero, comprar inmuebles y dedicarlos a esos supuestos centros culturales, que son una exhibición de cutrez y desidia. La violencia se continúa en batallas campales con la policía. Sin embargo, aparecen como un movimiento romántico y ni un solo editorial ni casi columnista hace la más mínima crítica. Supongo que es una manifestación de la mentalidad anticapitalista. No es cuestión de asombrarse de que miembros de este movimiento hayan terminado siendo informadores de Eta. Era previsible.

Algo similar ocurre con el movimiento antiglobalización. También, contra las evidencias, se trata de una minoría violenta que desfigura un conjunto de magníficas buenas intenciones. Es una estricta manipulación. Habiendo violencia de por medio la manipulación parece inevitable, hasta que por la senda de la impunidad se termina en la acción directa, o sea, en el terrorismo.