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El juez Joaquín Navarro ha pasado, respecto al juez Baltasar Garzón, del amor al odio. La inquina le lleva a la fabulación. Hay algún libro de éxito con Navarro de fuente que es fabulación en altas dosis. Conceder una entrevista a un diario cuya línea editorial pasa por el apoyo a ETA es una forma de complicidad moral, aunque se comprende por la patólogica búsqueda de protagonismo del personaje. Calificar al presidente del gobierno de “terrorista” no sólo es una desmesura sino que debería excitar la exigencia de responsabilidades por parte del Consejo General del Poder Judicial.

Es una miopía culpable pretender que una banda terrorista está constituida exclusivamente por los psicópatas que han asesinado a Ernest Lluch. Esos psicópatas pueden asesinar porque les soporta un entramado político que, por ejemplo, les aporta la financiación para poder comer, alquilar pisos y comprar pistolas y munición. Garzón acierta de pleno al entender que en cualquier mafia -también en las sublimadas por la ideología- los pistoleros son el último eslabón de la cadena o el último mono de la estructura. ETA soporta con su extorsión un holding socio-político-mediático, que es parte de su cabeza y la cantera de sus asesinos. Lo llamativo es que una democracia soporte el amparo de la legalidad a una hidra de esas características. Lo raro es que la Hacienda vasca -el fisco es el talón de Aquiles de cualquier mafia- no haya detectado aún los cauces del blanqueo del dinero del chantaje y los secuestros.

Lo más grave que ha planteado Garzón en su último auto es la sospecha de que los presupuestos vascos estén sirviendo para financiar generosamente a grupos que están en la órbita de ETA o son la ETA misma. Ese nefando pesebre de multimillonarias dimensiones sería uno de los precios del apoyo de Hb en la investidura de Ibarretxe, por el que todavía gobierna. Otro de los precios ha sido y está siendo la sangre derramada de constitucionalistas en aras de la unidad de acción del nacionalismo. Que el PNV está financiando la estrategia de ETA es conocido -Arzalluz lo justifica con la unidad de destino en lo universal-, pero lo inquietante es que se puede estar financiando a la propia ETA, con el dinero que pagan sus víctimas y sus objetivos como contribuyentes.

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