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Enrique de Diego

¿Por qué ceder al terrorismo palestino?

Diplomáticos hay que lo sabrán estropear más y expertos internacionales que lo sabrán explicar mucho mejor. En mi caso sólo pretendo mostrar mi estupor sobre el hecho de que es necesario no ceder al chantaje de los terroristas en ningún sitio, salvo en Palestina. En este caso, el que el terrorismo se produzca mediante el suicidio produce una curiosa lectura. No se condena al terrorista –no, no se condena–, sino que se establece la suposición de que han de estar muy desesperados para llegar ahí. Incluso el concepto de desesperación parece desenfocado, en el sentido laico, en cuanto el análisis coste-beneficio de los suicidas se establece sobre la idea de martirio que da acceso directo al paraíso, con los ríos subterráneos y las huríes de ojos almendrados, no tocadas por diablo ni por hombre.

La cuestión es si el terrorista suicida establece una excepción a la regla general, de forma que el principio debería quedar: no debe cederse al chantaje de los terroristas... salvo que sean suicidas y palestinos. Porque suicidas fueron los que echaron abajo las Torres Gemelas.

Luego está eso tan repetido, y asumido ahora por los Estados Unidos, de unas fronteras seguras, y reconocidas, para Israel y un Estado palestino viable. Bueno, así lo dice con cansina soltura nuestro dandy de las relaciones exteriores, Josep Piqué. No digo que sea cuadrar el círculo, ni cuestiono las evidentes buenas intenciones, pero se oculta de manera constante a la opinión pública que un sector importante del pueblo palestino, encuadrado en Hamas, la Jihad y los mártires de Al Aqsa, no se pone de acuerdo sobre ningún otro principio que no sea el del genocidio de los judíos. Algo a lo que los israelíes no están dispuestos. Las propuestas de Arabia Saudí ocultan igualmente que ese nefasto país feudal, junto con Kuwait, es el financiero de esos grupos integristas, sobre todo de Hamas, y por ende del terrorismo.

El respaldo internacional, sobre todo el europeo, a la causa palestina, tan impregnada de integrismo, no ha conseguido más que incrementar el conflicto y disparar el número de víctimas. En esto el esquema ha funcionado con respecto al principio general y no como excepción: los acuerdos se entienden como cesiones y se entra en una espiral de violencia para llegar al programa máximo. Algo similar se puede decir sobre la extrema derecha judía con el asesinato de Samir.

Entrevistarse con Arafat se ha convertido en una especie de turismo políticamente correcto e inútil. Ojalá se solucione el conflicto. Mientras tanto, podremos escuchar a Piqué con su retahíla y ver a Aznar apostando por Arafat, en abierta contradicción con su línea en el País Vasco.

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