Cuando no hay argumentos se recurre a la historia, sobre todo al franquismo. Es lo que ha hecho Zapatero, necesitado, para hacer méritos, de cuestiones sobre las que volcarse en su cambio inquieto. El fracaso del modelo educativo puesto en marcha por el partido socialista es una evidencia empírica. España siempre ha tenido una Universidad mala tirando a desastrosa. En las últimas décadas, se ha destruido un buen bachillerato que daba una aceptable cultura general. Como la Universidad dedicada a colocar a los amigos en una endogamia instintiva no corrige ninguno de los errores, ahora se sale de las facultades sin saber escribir en castellano mínimamente correcto.
Esta igualación por abajo, por la mediocridad, sólo puede considerarse relacionada con la igualdad de oportunidades desde el prejuicio ideológico y las anteojeras partidistas. Situada la educación privada como opción del privilegio, castigados los padres más responsables con una presión fiscal excesiva, hay muchos síntomas de la estafa general del sistema. Como muestra vale el botón de los máster. Para todo se precisa ahora un máster. Por ejemplo, en Periodismo una Facultad que nunca se debió haber creado en el tardofranquismo ahora se expenden máster de novecientas mil pesetas al año para hacer lo que antes eran las prácticas, por las que, además, se cobraba. ¿Qué igualdad de oportunidades hay en ese esquema? ¿Qué padres pueden pagar esas cantidades después de años de estudios de sus hijos? Lo mismo sucede con las oposiciones. Nuestro sistema educativo está pensado para preparar funcionarios. Pero a) se precisan luego años sin producir, b) además, ahora las plazas escasean.
La mediocridad, las carencias educativas, no son bases para la carrera abierta a los talentos, sino para una estafa permanente. Hecha, eso sí, como todas las estafas, en nombre de grandes principios y palabras gruesas.
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