Menú

El liberalismo sólo se ha puesto en práctica en muy pocas partes del planeta y de manera muy parca. Insisto en cuestión ya tratada: el pretendido triunfo del liberalismo fue, sobre todo, el fracaso de sus contradictores. Ha habido un triunfo en la práctica, reducido a espacios exclusivamente económicos, incluso reducidamente economicistas, pero en lo que se entiende como la teoría ha sido básicamente una resistencia minoritaria, y en eso estamos.

No ha habido medallas ni parabienes, sino groseras manipulaciones de imponer un pensamiento único en lo que no era otra cosa que luchas contra los dogmatismos de quienes son incapaces de reconocer sus errores a pesar de ver sus efectos perversos y trágicos en las vidas de las personas.

En muy pocas partes del planeta... Y por eso es precisa una liberalización profunda del comercio, una eliminación de aranceles y fronteras, una extensión de la propiedad privada que es el fundamento de la libertad y una permisividad general a la libre iniciativa, a la capacidad de emprender los individuos. Donde ha sucedido se han visto pronto sus frutos, como en Taiwan, Corea del Sur, Singapur o en la Hong Kong libre. Nunca hemos aspirado los liberales a esas formas de libertad incompleta, de esclavitud, por tanto, que practica el comunismo chino en sus zonas libres, de auténtico “capitalismo salvaje” (salvaje siempre ha sido el comunismo).

Los flujos migratorios del momento son el efecto de las terribles agresiones a la libertad personal, a la ética del trabajo y a la dignidad perpetradas en los países socialistas, del Este, y mediante las formas colectivistas del llamado tercermundismo, en los países árabes y africanos. Son las víctimas de los totalitarismos, del marxismo-leninismo y de los fascismos, peronismos, castrismos, gadafismos. ¡Es la parcial liberalización lo que ha salvado a las naciones democráticas y mantiene la esperanza de los miles de millones de desheredados de tanto antiglobalizador totalitario!

No se pueden sostener los actuales niveles de población sin una liberalización del planeta. Es una tarea urgente para evitar catástrofes humanitarias. ¡Redistribuyamos la libertad!

En eso, los antiglobalizadores no sólo están lamentablemente equivocados, son además absolutamente inmorales. Hace tiempo que dejé de creer en las buenas intenciones de los totalitarios –tan respetadas por Hayek–, porque cuando el fracaso práctico es perfectamente visible proponer una intensificación del mal sólo puede deberse a una perversión moral de la inteligencia, a una mezcla de ignorancia y mala fe, a la más perversa de las inmoralidades: pretender pasar por ético cuando se promueve la ingeniería social y la miseria para los demás.

No sólo es preciso liberalizar el planeta, abriendo las amplias alamedas del progreso y la dignidad personal, también es preciso liberalizar nuestras sociedades. El liberalismo sólo ha sido utilizado hasta el momento en pequeñas dosis, casi homeopáticas, para paliar los desastres socialdemócratas y estatistas. Pero aún hoy en día el Estado nos obliga a contratar con él nuestra salud, a pesar de las ineficiencias y despilfarros del sistema; nos coarta como siervos imponiéndose como nuestro asegurador, a pesar de sus escuálidas e inseguras pensiones; nos impone modelos educativos en los que la falta de competencia elimina el mismo sentido de la calidad, salvo como alimentación mediante fondos públicos de burocracias parasitarias. Seguimos rodeados de monopolios y burocracias que nos ordenan y nos indican lo que debemos hacer, como si fuéramos menores de edad, restringiendo nuestra libertad y poniendo en entredicho nuestra dignidad. Ese estatismo latente y patente, expoliador y subvencionador, está pervirtiendo a las ONG convirtiéndolas en una mezcla de cazarrentas y de aspirantes a burócratas totalitarios. Uno de los peores procesos del momento.

El liberalismo ni es un economicismo ni es un conservadurismo. No es una doctrina de la libertad de empresa, sino de la libertad en concreto y en general, de la que la libertad de empresa es imprescindible corolario. La libertad sigue estando amenazada, con patentes riesgos nacionalistas, pero además está restringida por todas partes por un Estado que utiliza al liberalismo para sostener, mediante la eficiencia del sector privado, los lastres más onerosos. Sigue siendo el Estado tutor de la dictadura benévola profetizada por Alexis de Tocqueville, que pervierte a las nuevas generaciones educándolas en la adoración al Estado. Sigue siendo necesario privatizar las mentes. Se es liberal por modestia intelectual y por ética.

En España

    0
    comentarios