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Haider es el hijo de un exSS y Le Pen un torturador en Argelia. El esquema está claro. Son fascistas con pedigree. El fascismo fue la ideología hegemónica en los años treinta del pasado siglo, y los europeos nos libramos de ella por los malditos norteamericanos, que el seis de junio desembarcaron en Normandía. Y por Stalingrado, pero esa es otra historia: los comunistas fueron antifascistas porque les atacó Hitler. ¡Qué remedio! Pero Pim Fortuyn rompía el esquema, quizás por ello el asesinato entraña una lógica perversa. Un dandy, homosexual, al que sus seguidores homenajean con ositos de peluche, es, cuanto menos, un fascista travestido.

Y ¿cómo explicar que Le Pen sea votado, no en los barrios de la oligarquía, ni de la plutocracia, sino en los barrios obreros de las grandes ciudades? Y ¿cómo explicar este giro a la derecha que asola a la izquierda, cuando, sin embargo, su control del aparato ideológico es mayor? A la carrera se produce una explicación bienpensante: la extremaderecha sube porque se habla de inseguridad ciudadana. ¡Lo ha dicho Alain Touraine! ¡No porque la haya, sino porque “se hable”! Fue Chirac el culpable hablando de inseguridad, no los ciudadanos franceses que, de manera sistemática, aunque los media no hicieran el más mínimo caso, sitúan la lucha contra la criminalidad como su principal preocupación, tres veces por encima del paro. Nuestros popes habían conseguido imponer el silencio, pero Chirac lo rompió. Por Europa han vuelto los censores. Lo malo no es la realidad, sino hablar de ella.

Y, aunque lo de Chirac no sea cierto como elemento determinante, ¿también la momia de Chirac, redivivo como un nuevo De Gaulle, es culpable de lo de Holanda? ¿Cómo entender que, mientras los medios silenciaban el odioso nombre de Le Pen, sin embargo pasara a la segunda vuelta? ¿O que un partido de gente ignota, con su líder muerto, resulte el segundo más votado en Holanda? ¡Emotividad! Es precisamente el asesinato de Fortuyn lo que ha dado los votos, a pesar de que las encuestas previas daban los mismos resultados. Las interpretaciones han pasado a ser sagradas, mientras que los hechos pueden ser discutidos.

Pero ¿de qué sirve mantener la estrategia de la diabolización cuando no son extraterrestres, sino europeos del siglo XXI, que antes de ayer votaron socialista y comunista, los que echan su papeleta a los diablos de diverso aspecto? ¿Dictaminaremos que está fallando la educación? ¡Oh, no! La educación es una conquista social y es sagrada, incriticable. Nada se puede criticar, porque la crítica en las últimas décadas, sin que sepamos muy bien cómo ni por qué, se ha vuelto de extrema derecha. Está prohibido discernir. Incluso preguntarse por las razones objetivas de esta oleada de extremismo democrático te sitúa ya en la lista negra de los sospechosos. ¿Cuáles son, pues, los antídotos para el mal? Para una consejera socialista de RTVE es preciso ocultar la nacionalidad de los delincuentes. Es el periodismo el que, trocando su vieja función, debe ejercer la censura sobre sí mismo, porque lectores y espectadores tienen genes xenófobos.

A pesar de los datos recurrentes, abrumadores y, en buena medida lógicos, ante políticas migratorias de nomadismo sin relación con el mercado de trabajo, señalar la relación entre inmigración y aumento de la delincuencia es ya un síntoma claro de extremaderecha. El sentido común ha pasado a ser sospechoso y debe ser combatido.

Pero, ¿cuánto durará esta patraña? ¿Alguien se da cuenta de la distancia abismal entre los supuestos líderes de opinión y la opinión pública real ejercida sin presiones en las urnas? ¿Vamos a diabolizar a millones de franceses, a millones de austriacos, a millones de holandeses, a millones de belgas y, así sucesivamente? ¡Es la izquierda la que se hunde! ¡Y ese centro, liberalizador y acomplejado, a partes iguales, el que se queda sin su referencia tradicional para tener que volver la vista a la derecha! Pero con tanta prohibición, con tanta ignorancia atrevida, con tanto estúpido con las tijeras de cortar y la goma de borrar, ¿no se está echando a las poblaciones, en buena medida a su pesar, en brazos de la extremaderecha? Está tan prohibido discernir que ya ni tan siquiera se sabe qué cosa es la extremaderecha. Y como avanza, las monsergas y los anatemas ya sirven de poco. Lo que la gente pide es debate y soluciones.

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