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En plenos fastos del centenario de Carlos de Gante (primero de España y quinto de Alemania) la realidad es que los jóvenes españoles desconocen quién es tal personaje. Nadie se lo ha explicado en sus largos años de enseñanza obligatoria. Muchos de ellos sólo conocen a algún personaje irrelevante de la historia autonómica elevado a los altares de un nacionalismo empeñado en negar la existencia de cinco siglos de convivencia en común. Generar nacionalistas sobre la ignorancia ha sido una de las estrategias conscientes de algunos gobiernos regionales.

Lo que se ha producido es una nueva forma de “escuela nacional”, bastante similar a la franquista, aunque de contenidos geográficos más reducidos. La ficción ha sido ningunear la historia común, sea cual sea la interpretación de cada uno, o la opinión sobre los hechos, de forma que estos han sido ocultados mientras las interpretaciones han pasado a ser sagradas. Algunas historias autonómicas nacionalistas son en sentido estricto formación del espíritu nacional.

Aunque podrían hacerse muchos debates sobre el sistema educativo, y sobre la incoveniencia de que un poder político defina los contenidos ideológicos que deben saber todos los niños y jóvenes, en términos de la realidad actual, el Estado de Derecho no debía haber propiciado esta ocultación, que es nítidamente ideológica y que conduce tanto a la ignorancia como al malditismo de la misma idea de España como ámbito de convivencia con derechos personales. La reforma de las humanidades no debía haber sido necesaria, pero, desde luego, mejor tarde, que nunca.

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