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Enrique de Diego

Razones contra una huelga absurda

Con pleno acierto, la revista ÉPOCA define el 20 J en su portada como una huelga “contra Aznar”. Lo que viene calando en la gente es que se trata de una jornada de la izquierda contra el gobierno del PP y especialmente contra el presidente del Gobierno, tildado de “prepotente”. La acusación no carece de fundamento, porque Aznar, en efecto, y aunque sea en las formas, ha ido adoptando una posición “histórica”, de “estadista”, que no le beneficia. Esa pose se ha acrecentado tras el XIV Congreso y más aún con la presidencia española de la Unión Europea.

Pero si hubiera que hacer huelgas generales para castigar la prepotencia de los gobernantes habría que convocarlas al día siguiente de cada elección. Para ello, de hecho, hay elecciones cada cuatro años. Además, Aznar se va y hace bien en ello.

Si miramos a Europa, observamos que esta izquierda callejera, montaraz y manifestante está cosechando en las urnas los peores resultados de la historia, al menos hasta donde alcanza la memoria. Toda esa venta del movimiento antiglobalización –poco más que las juventudes residuales de los partidos comunistas, con algunos agricultores onerosos y subvencionados– ha demostrado ser una operación de márketing violento, sin respaldo democrático alguno. La suposición de que la izquierda se estaba revitalizando en sus obsesiones anticapitalistas ha resultado un completo fiasco. Más bien, la sensación de fracaso intelectual parecía estar llevando a un instinto tribal para reuniones gregarias de los fieles.

Algo similar sucede en España, donde una serie de poderes fácticos consideran poco alentadoras las encuestas para el partido socialista y excesivos los horizontes para su acceso al Gobierno.
Porque en lo que se refiere a los trabajadores, si ha habido un momento en el que tenga menos sentido convocar una huelga general es, sin duda, el presente. Y no por el hecho de que los datos económicos españoles siguen siendo “buenos” en la comparativa, sino porque precisamente el momento lo que pide es responsabilidad e incremento de la confianza económica, y no aventar nuevas incertidumbres y desestabilizaciones, que podrían dañar, nunca beneficiar al tejido industrial.

No sólo es la huelga general el único acto promovido en las cercanías del Consejo Europeo de Sevilla. La relación parece directa en el encierro de “sin papeles” en la Universidad de Sevilla, operación que no parece casualidad, cuando el problema, en principio, se refiere a Huelva. Pero hay un cúmulo de noticias desestabilizadoras, desde la manifestación de Bilbao contra la ilegalización de Batasuna, hasta las abortadas operaciones de ETA. O a río revuelto, ganancia de pescadores.

La huelga es económicamente absurda y políticamente irresponsable. En eso, el Gobierno del PP tiene toda la razón en relación con Zapatero, quien está asumiendo en exceso la posición de un títere de los poderes fácticos. La izquierda debería, en buena lid democrática, esperar al veredicto de las urnas, y no tratar de generar una auténtica ceremonia de la confusión, cuando sobre el tapete están cuestiones de tanto calado como la ilegalización de Batasuna o la amenaza del gobierno vasco de convocar un referéndum de autodeterminación.

Si además resulta que la reforma del subsidio de desempleo es correcta, y se mueve en la buena dirección de lucha contra el fraude, la conclusión final es que se trata de una huelga absurda, a la que le faltan razones a favor y le sobran, en contra.

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