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Si condecorar a las víctimas del terrorismo es electoralismo, bendito sea. Antes debía haberse hecho. Lo podía haber propuesto el diputado Rodríguez Zapatero durante el tiempo en que gobernó Felipe González y lo apoyó disciplinado sin la más mínima condena a los Gal. Zapatero no es tan nuevo como se pretende hacer creer, aunque a Aznar le parezca oportuno tratarle como un discípulo predilecto, que acabara de llegar de las juventudes socialistas.

Nada más ruin que establecer sospechas sobre el reconocimiento a los que dieron sus vidas por las libertades. Lo de Zapatero es un contraelectoralismo mezquino. Aznar podía haber hecho electoralismo con frecuencia de su atentado, y no es el caso. O Jaime Mayor Oreja del que intentaron contra él, y que casi nadie conoce.

Resulta incluso un sarcasmo introducir este tipo de insidias (salvo que al PSOE le haya dado ahora por un fervor monárquico, que no se corresponde con su tradición, y lo que esté diciendo en realidad es que el Rey debería implicarse más en la solidaridad con las víctimas, lo que es otro cantar) cuando han muerto asesinados once cargos del PP. O cuando ser concejal del PP o del PSOE en el País Vasco es ya un ejercicio de responsabilidad heroica. O cuando a las víctimas se les ha ninguneado durante tiempo las mismas indemnizaciones. O cuando, en otros momentos, se han hecho entierros vergonzantes. O cuando cada cierto tiempo escuchan como propuesta política la impunidad de los asesinos.

El acto de homenaje a las víctimas es uno de los más nobles, y de los más necesarios, que han tenido lugar en muchos años. Otra cosa es que se hubieran debido hacer más y antes o que el Rey hubiera debido tener más gestos de coraje y valentía personal. Pero quien sí es responsable no merece la crítica por la irresponsabilidad de otros.

Lo que le sucede a Rodríguez Zapatero, asesorado a partes iguales por Nicolás Redondo Terreros y por Alfredo Pérez Rubalcaba (o sea, por Felipe González) es que es leal un día a la política antiterrorista y dos no. Lo que le sucede es que hasta el momento ha demostrado tener poco fuste y escasa entidad, aunque desde el Gobierno se empeñen en fortalecerle con paciencia franciscana y añoranzas de turnismo canovista.

Las víctimas no se merecían que el PSOE hiciera polémica con ellas. Eso sí es electoralismo de la peor especie.

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