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Enrique de Diego

Socialismo confusamente liberal

Con frecuencia los liberales han sentido la tentación de abandonar tal término ante el permanente abuso que de él se hace. La tentación puede hacerse irresistible con la Opa, primero incoada, y ahora desplegada sin tapujos por José Luis Rodríguez Zapatero con su “socialismo libertario, profundamente liberal”, “radicalmente promotor de la igualdad del individuo”. Lo primero que llama la atención es la confusión semántica, casi en antinomias como establecer individuo como sinónimo de igualdad o la utilización de libertario en un sentido difícil de definir, que no parece ni anarquista ni anarcocapitalista, que son los significados extendidos.

De todas formas, no puede ni ocultarse ni minimizarse el cambio. Lo dicho por Rodríguez Zapatero en el club siglo XXI es la noche al día en relación con lo dicho por Joaquín Almunia en la campaña bien reciente del 12 de marzo. Es más, los candidatos del PSOE, como el propio Rodríguez Zapatero, hace unos meses diabolizaban el liberalismo y lo consideraban el mal con ausencia de bien, el enemigo a batir. Así que cuando el secretario general del PSOE dice que el siglo XXI “debe ser el inicio de una era de individuos soberanos, de una ciudadanía verdaderamente poderosa, capaz de elegir y construir su destino”, no está descubriendo la pólvora, que lleva siglos en funcionamiento, ni aportando ninguna novedad intelectual, sino simplemente sumándose a la evidencia de la superioridad ética e intelectual del liberalismo, en la teoría y en la praxis. Al invento es el último en llegar y no pide perdón por los insultos proferidos hacia quien ha defendido las benéficas ideas contras vientos y mareas...socialistas. O sea, está reconociendo que el socialismo clásico, intervencionista y adorador del Estado, ha muerto, pertenece al mundo de las ideas fallidas, es una antigüalla.

La primera sorpresa es la falta de contestación interna dentro del PSOE. Hasta hace dos días por decir mucho menos que eso se mandaba a la gente a la hoguera del derechismo y se le podía tildar de fascista. Como por ensalmo, las izquierdas socialistas y los guerrismos han pasado el Rubicón y ahora se supone que chapotean en el lago liberal. Personalmente, de todos los socialistas, cargos y militantes que conozco, ayer ninguno había pasado por la conversión, sino que se mantenía en los tópicos y falacias. Quizás sea hasta impúdico recordar el pacto de izquierdas con IU o los pactos de “progreso” con los que gobierna ahora el PSOE. Pero quizás no lo sea tanto que donde ahora mismo gobiernan nuestros socialistas –autonomías y municipios- no lo hacen en nombre de la retórica de Zapatero sino en sus antípodas. E incluso que en el grupo parlamentario no se pasa de las musas al teatro y se continúa considerando benéfico el déficit público.

El resumen más cierto es que el PSOE ha percibido, tras el 12 de marzo, que con el socialismo clásico, depredador fiscal y no podrá volver al poder y está dispuesto a entrar en el liberalismo como un pulpo en una cacharrería, con la fe del converso. En formato libro, ya dije que una victoria del PP obligaría al PSOE a oscilar hacia el consenso liberal, porque la liberalización es hoy el centro. El movimiento entraña una alta dosis de tacticismo: Zapatero dice cosas que Aznar dijo para llegar al poder, pero algunas de las cuales ya ha hecho. Así que la novedad se reduce a que Zapatero legitima el aznarismo desde la izquierda y se sitúa en posición de heredero: sólo está dispuesto a echar leche en un café cuyo aroma ya ha sido saboreado por los ciudadanos. La peculiar limitación de mandatos voluntaria de Aznar permite a Zapatero situarse a su rebufo. Y en eso está.

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