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Enrique Navarro

¿Alguien se acuerda qué era eso de la libertad de prensa?

La gran amenaza a la libertad de prensa es que los medios necesitan para sobrevivir del favor político.

La gran amenaza a la libertad de prensa es que los medios necesitan para sobrevivir del favor político.
Soraya Sáenz de Santamaría, con García Ferreras, Cebrián y en el Hormiguero. Abajo, García Ferreras con los líderes de Podemos | LD

Esta semana en Asuntos Exteriores abordamos el estado de la libertad de prensa en el mundo, y además lo hacemos con un invitado de excepción como es el director de este medio Federico Jiménez Losantos. Hemos elegido este tema porque resulta imposible hablar de democracia cuando realmente tenemos serias dudas sobre el derecho activo y pasivo a la libertad de información.

La libertad de prensa está hoy más amenazada que nunca, lo que puede parecer un contrasentido cuando estamos inundados de información, más bien pseudo información, en las redes sociales. Hoy damos más verosimilitud a un tweet escrito por cualquier persona que a un análisis riguroso con firma. A veces la mejor manera de mantener a la gente desinformada es inundarla a información sin entrar en otro tipo de consideraciones cualitativas.

Los periodistas han sido durante siglos nuestros oídos y ojos ante una realidad extensa y compleja. Sin ellos difícilmente el mundo sería lo que es hoy. Sin duda, la prensa ha sido uno de los más importantes motores de la historia reciente. A veces tenemos la impresión de que han hecho más por la honestidad y la verdad que los jueces o policías. Incluso cuando todos negaban determinados hechos aparecidos en las páginas de un periódico o en una emisora de radio, al final se demostraba que el afán por la verdad del periodista triunfaba sobre los intereses de aquéllos que pretenden ocultar por intereses propios realidades muy inconvenientes.

La libertad de prensa se amenaza de muy diversas formas. En muchos países como México o Venezuela, se ha convertido en una profesión de alto riesgo. Los profesionales no se atreven a informar de todo aquellos que puede molestar o ser crítico tanto con el poder legal como con el fáctico. La extorsión y el asesinato de periodistas tiene el claro objetivo de perpetuar el crimen en la mayor de las inmunidades. El cierre de cadenas o la creación de las propias gubernamentales como simples voceros de las tropelías de los gobiernos, son asimismo actitudes totalitarias que los periodistas del mundo deben denunciar; pero ¿Por qué será que esta defensa corporativa no es tan rigurosa cuando se mezclan los intereses políticos?

Pero hoy en día las mayores amenazas a la libertad que son a su vez las que más me preocupan, no proceden del crimen organizado ni tienen como fin preservar la actividad de la delincuencia común. En los países tildados de democráticos, las amenazas proceden de los gobiernos y de determinados intereses económicos que poco o nada tienen que ver con el interés general o la búsqueda de la verdad.

Todos conocemos la historia de Hearst para incendiar a los Estados Unidos contra España en Cuba, pero era el siglo XIX, y todo hemos creído durante mucho tiempo que estos hechos formaban parte del pasado. Pero no es así.

Entre las redes y las cadenas de televisión y radio se ha creado una superestructura de poder desinformador sin precedentes. Tanta capacidad de influencia de manera tan inmediata no podía pasar desapercibida a todos aquéllos que viven de la opinión publicada.

Si analizamos muchos de los grandes fenómenos recientes como el Brexit o la elección de Trump comprendemos que el poder de intimidación y de generación de verdades publicadas de los grandes medios se ha multiplicado exponencialmente. La desaparición paulatina de esa prensa local barata, que alcanzaba a los intereses reales de los ciudadanos en su perímetro más inmediato, ha generado un nuevo poder que está por encima de los gobiernos y sobre todo junto a ellos.

Porque la gran amenaza a la libertad de prensa es que los medios necesitan para sobrevivir del favor político. Son los gobiernos lo que determinan quienes puede emitir noticias o no a través de las concesiones de licencias. Cómo ir a pedir una licencia a un funcionario cuando se lleva en el ADN la crítica al gobierno frente al cual se solicita el permiso.

Si tienes la suerte de que te den la licencia, a continuación, vienen las maniobras para incluirte en un grupo empresarial que pueda ser más controlable o más afín. La consolidación del sector, en particular de las televisiones constituye otra grave amenaza a la libertad de información. Que dos televisiones sean del mismo dueño es como que el Madrid y el Barcelona tuvieran al mismo presidente. ¿Qué confianza podríamos tener en el fair play si concurriera una circunstancia de esta naturaleza?

A continuación, viene otra poderosa herramienta, la publicidad institucional. ¿Con qué ánimos va un gobierno a publicar la publicidad que pagamos todos los españoles en medios que no le sean afines? ¿Hasta qué punto es admisible que la publicidad oficial se pague tan generosamente a unos cuando se le niega a otros, con independencia de la audiencia que tengan? No tienen más que investigar hacia qué medios se destinan estas cantidades ingentes de recursos para percatarse que la arbitrariedad predomina sobre la racionalidad.

A pesar de ello, y porque existe gente honesta, muchos todavía se atreven a salir a las ondas o las redes para defender esta libertad de información. Si esto ocurre a continuación tenemos el descrédito, ya sea de forma directa o utilizando a unos medios contra otros, como si pareciera que se trata de una guerra comercial cuando en el fondo lo que late es un interés político por acallar la crítica.

Durante los primeros años de la democracia, el debate y la crítica inteligente predominaba en la esfera de la información, pero cuando se produjo la comunión entre los intereses económicos y los políticos de determinados medios y de determinada clase gobernante, comenzaron a diluirse estos elementos enriquecedores de la opinión pública para ser reemplazados por el infundio y la selección de lo que son noticias o no, para conformar la opinión pública.

Hoy en día resulta imposible dar un salto a la política sin la complicidad y el apoyo de los medios; y cuando algunos propietarios de medios se percataron de que las circunstancias permitían cambiar el panorama político lo han hecho a su antojo si el mayor sonrojo. ¿Cuantos años le costó a Ciudadanos llegar a donde está hoy?; muchos de incomprensión luchando por los derechos de los españoles en la tierra hostil en que para muchos se ha convertido Cataluña sin reconocimiento alguno, como si no existieran. Sólo el descalabro moral y político del PP le ha abierto una puerta, que muchos intentando cerrar en cuanto se presente ocasión. Este contubernio político y periodístico estará ya evaluando la estrategia para devolvernos a un estado previo a las elecciones de 2015.

Sin la decisión de este contubernio de crear un nuevo partido político, hoy Podemos no habría dejado de ser un movimiento testimonial. Lo que era una radicalidad marginal pensada en su propia autocomplacencia se ha convertido en una poderosa máquina capaz de arruinar a la izquierda de este país para la defensa de unos intereses muy extraños. Por una parte, para llevar al país a una situación de naturaleza totalitaria. De lo que no se dan cuenta los dueños de estos medios fundadores de la realidad podemita, y mira que la historia es tozuda, es que serán devorados por este nuevo e indómito Saturno en cuanto alcancen el poder. Y por otra, para salvar al Partido Popular en sus peores momentos. Sin podemos es muy posible que Rajoy no fuera hoy el inquilino de la Moncloa y habría que peguntarse bajo qué defensa de la libertad de información de todos se han cometido estas tropelías.

Hemos de decir que no todos los medios son iguales, y que muchos no tienen problema es mostrarse con su propio ADN, pero también son otros muchos los que evidencian que no están al servicio de sus lectores u oyentes sino de otros intereses.

¿Cómo se podría luchar contra esta amenaza? Con más libertad, sin restricciones; con un reparto más objetivo de las publicidades institucionales; con barreras a la consolidación entre medios de comunicación y sobre todo impidiendo que las decisiones sobre lo que es importante en España se tomen fuera de nuestras fronteras. ¿Se imaginan el poder de dos medios aparentemente contrapuestos actuando de forma coordinada para crearnos una imagen distorsionada de la realidad que justificaremos porque procede aparentemente de un debate serio e independiente?

No cabe duda que la democracia en España y en otros países está amenazada ante las carencias en la información que recibimos. Si no ponemos remedio, acabaremos dando más poder a los creadores de opinión que a los representantes políticos; y algunos de estos últimos trabajando desde el backstage podrían arruinar nuestro futuro de libertades. Por eso en Asuntos Exteriores apostamos por el debate, por la confrontación de ideas distintas en un mismo estudio; simplemente para que sean ustedes en su libertad los que decidan y no sean otros los que decidan por usted; lo que en el fondo constituye una dictadura de los medios. Sin información no podemos ser sujeto de derechos y deberes; es decir difícilmente somos personas si no dominamos la información que recibimos; y hoy lamentablemente estamos perdiendo la batalla por nuestra libertad.

En España

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