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Enrique Navarro

España y la UE perderán la guerra de Ucrania

La Europa del norte y este, junto a Reino Unido y EEUU construirán la mayor alianza política económica y social de la historia para contener a China.

La Europa del norte y este, junto a Reino Unido y EEUU construirán la mayor alianza política económica y social de la historia para contener a China.
Pedro Sánchez y Emmanuel Macron visitan la tumba del expresidente de la República Manuel Azaña en Montauban. | EFE

El 31 de agosto de 1954, la Asamblea Nacional Francesa, dominada por los Gaullistas, rechazaron la creación de una Comunidad Europea de Defensa que sirviera para establecer un auténtico ejército europeo al margen de los Estados Unidos. Dos fueron las razones esgrimidas por Francia. Por una parte, la participación de Alemania del Oeste, que ya no era enemigo estratégico pero que sí amenazaba el liderazgo político de París, y por otra, el deseo de mantenerse al margen de una posible invasión de Alemania por la Unión Soviética; en definitiva buscaba margen de maniobra para negociar con Rusia bilateralmente una neutralidad en caso de invasión de sus vecinos del norte.

Años después, De Gaulle, sacó a Francia de la estructura militar de la OTAN con la misma finalidad, evitar la injerencia americana y mantenerse al margen de la seguridad europea optando por su propio desarrollo militar con el único fin de evitar la solidaridad con sus vecinos, olvidando que doscientos mil británicos pudieron morir en Francia en 1940 para impedir la ocupación alemana; que la Royal Navy tuvo que hundir a la flota francesa en Argelia para impedir que actuara contra los aliados y que de Gaulle chantajeó con el apoyo de Francia a su liberación por los aliados in 1944.

La OTAN nació, como señaló su primer Secretario General, Lord Ismay, para tener a los americanos dentro de Europa, a los rusos fuera y a los alemanes sin capacidad militar. Pero hoy, los recientes acontecimientos en relación con la guerra en Ucrania han dinamitado las estructuras políticas y militares de Occidente, con unas consecuencias que se extenderán durante décadas y de naturaleza incierta.

La OTAN languidecía en el entorno del final de la guerra fría, con la reducción de los presupuestos de defensa, y por el acercamiento europeo a la Rusia de Putin, generándose unas dependencias que ahora se han convertido en el principal hándicap a la hora de contrarrestar la ofensiva rusa sobre Europa. Los felices años noventa con el adormecimiento de la OTAN, no sirvieron para construir una defensa europea, más allá del embrión que se creó en el Tratado de Amsterdam, siendo Francia el gran responsable del continuo boicoteo a la Unión política de Europa, siempre que no fuera liderada ella misma.

La primera guerra de Ucrania alteró brutalmente este escenario. Para la OTAN era evidente que Rusia planeaba acciones ofensivas sobre Europa, pero fue detenida por una Europa buenista que quería creer en los posibles acuerdos con Moscú para salvar la paz, algo que los europeos conocemos bien en nuestra historia. Incluso cuando Estados unidos y el Reino Unido clamaban por iniciar acciones defensivas el otoño pasado, ante la más que evidente agresión rusa, Francia junto a Alemania, siguieron apostando por una vía que solo existía en sus sueños: la diplomática.

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La patética imagen de Macron humillado por Putin, debería haber sido el final de esta historia, pero Francia nunca defrauda cuando se trata de dinamitar las iniciativas multilaterales, y hasta el día de hoy mantiene un lenguaje ambiguo, apostando como ya pasó en Irak, en Suez, en Vietnam etc. a sacar provecho del resultado final de los conflictos, con independencia del coste que conlleve.

La Unión Europea no levanta cabeza desde 2014. Ahora vemos la importancia estratégica del Brexit con un Reino Unido que ha apoyado más a Ucrania que toda la Unión Europea junta; observamos atónitos, cómo se tratan de imponer modelos de conducta a países soberanos que han decidido, en su legítimo derecho, no seguir el catecismo de Bruselas, y finalmente la demostración más palpable de la desolación europea, es que Rusia no teme que Ucrania se una a la Unión Europea con su política de Defensa sino a la OTAN. Ahí acaba la relevancia internacional de una entidad que acabará arruinada cuando se mezclen la expansión monetaria de los proyectos de recuperación del Covid, con la hiperinflación, con los déficits excesivos y con una carga de deuda inabordable. Los default de Italia, Francia, España, Portugal y Grecia son inevitables si continúan con este rumbo; entonces la Europa del norte y del este descubrirá donde están sus verdaderos intereses y sus auténticos colegas.

No es casualidad que los países del sur, no solo sean los que peores datos económicos muestran, sino que son los que en menor consideración tienen a la OTAN, salvo en el caso de Italia; y que Francia sea el estado que menos confía en Estados Unidos como socio estratégico en la seguridad europea. Tampoco que en sus gobiernos hayan participado partidos populistas de izquierda que bajo la reclamación de una paz negociada, hacen el juego al tirano del Kremlin y que al amparo de pretendidas políticas igualitarias arruinan la capacidad de innovación, emprendimiento y de austeridad de los PIGS +F.

Pero, sin duda el gran cambio que se ha producido en estos últimos tres meses ha sido Alemania. El nuevo canciller heredó una política de dependencia de Rusia, de supeditación política a Francia, de ser víctima del espionaje norteamericano y de pacifismo activo; ahora es la punta de lanza de la reacción de la Europa del norte ante la agresión. Alemania ha vuelto a ser Alemania, y esto pone los pelos de punta en París. Berlín tendrá el año que viene el presupuesto de defensa más alto de Europa, incluyendo a Rusia con 60.000 millones de Euros. Ha liderado, con la lógica moderación, la desconexión energética respecto de Rusia, cuando era el país con más activos invertidos en esta conexión, la presidenta de la Comisión, la popular Úrsula Von der Leyen, ha ejecutado perfectamente este mismo papel de liderazgo en la Unión Europea, aunque sus capacidades reales están muy limitadas por los estados. Y para terminar de fortalecer los lazos con Estados Unidos, que son valorados muy positivamente por la gran mayoría de los alemanes, superando a las opiniones de todos los vecinos del sur, en plena ejecución del programa Eurofighter y con el lanzamiento del programa de Futuro Avión de Combate Europeo (FCAS) que pretende liderar Francia, adquiere 35 aviones F-35 en Estados Unidos por un valor de casi 7.000 millones de Euros, que no se entregarán hasta finales de la década; es decir, no es una decisión urgente sino estratégica sobre la que debemos pensar.

Si comparamos las actitudes de los grandes países europeos, y descontando por razones obvias a los países fronterizos con el nuevo telón de Acero, encontramos diferencias muy significativas. Estados Unidos aprobó la semana pasada un paquete de 40.000 millones de dólares que se suman a la de emergencia de 13.600 millones de dólares, la mitad de esa cantidad para equipamiento militar. La Unión Europea ha prometido 2.000 millones de euros, principalmente para atender a los refugiados, es decir no para derrotar a Rusia sino para sobrellevar la carga que nos supondrán los exiliados a la fuerza por nuestra desidia estratégica. Solo el Reino Unido ha comprometido 1.500 millones de Euros de ayuda militar más una cantidad similar de ayuda económica y desde el punto de vista político es el más fiel aliado de Kiev. En el norte, Finlandia y Suecia han solicitado de urgencia la entrada en la OTAN, que tanto denostaron, porque al final saben quién pondrá los huevos sobre la mesa cuando vengan las agresiones y quiénes buscarán justificaciones para no hacer nada.

Y ¿cuál ha sido el papel del país que acogerá la cumbre más importante de la historia de la OTAN y que presidirá la Unión Europea en el segundo semestre de 2023? En términos suaves, ambiguo. En 48 horas pasamos de presumir de no enviar ayuda militar a lo contrario, con seis aviones enviados y un buque con equipamiento que llevaba más publicidad en su misión que los de Greenpeace. Nada de ayuda militar de entidad, apenas unas contribuciones económicas, y eso sí, mucho ruido al interior del gobierno donde conviven los dos bandos en lucha en Ucrania.

Ucrania y el default del sur de Europa nos van a llevar a una nueva arquitectura política, económica y militar de la que AUKUS es un interesante germen. Italia y Francia continuarán dinamitando a la Unión Europea para salvar su trasero, sin importar las consecuencias. Los acuerdos de Draghi con Argelia son una patada en el culo de Sánchez y la aceptación de pagar el gas en rublos quebrando la unidad europea, y la ambigüedad de las declaraciones de Macron sobre como salvar al tirano, acabarán en una ruptura del esquema comunitario.

Mientras el sur de Europa, una vez más en la historia, se arriesga a caer en las manos de Moscú, la Europa del norte y del este, junto a Reino Unido y Estados Unidos y sus aliados del Pacífico, construirán la mayor alianza política, económica y social de la historia con un gran objetivo, contener a China en lo que queda de siglo; y para este gran reto estratégico, a Occidente le sobramos si nos empeñamos en seguir camino del desfiladero y acelerando la marcha.

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