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Enrique Navarro

Ucrania: la guerra de Podemos

Las bravuconadas de Putin ponen en evidencia a esa izquierda que no es "del no a la guerra", sino del "sí a la guerra contra Occidente".

Las bravuconadas de Putin ponen en evidencia a esa izquierda que no es "del no a la guerra", sino del "sí a la guerra contra Occidente".
Pablo Igleisas, en uno de sus programas de Hispan TV, hablando sobre la caída de la URSS | Hispan TV

La reacción del gobierno socialista y la del podemita muestran un hecho que suele repetirse en la historia contemporánea: las guerras acaban con los gobiernos y las coaliciones con más facilidad que el Covid o la reforma laboral. La actitud de un trozo de gobierno, atlantista y que albergará la cumbre de la OTAN en junio y que seguramente como consecuencia de los acontecimientos que se producirán en las próximas semanas, aprobará la entrada en la OTAN de Ucrania y de los países nórdicos tradicionalmente neutrales, está justo en la oposición de aquella parte de la izquierda que desde 1920 siempre ha sido una sucursal de Moscú en España.

En cierta forma debemos dar las gracias a Putin. Sus errores ya están produciendo resultados muy positivos: Europa y la OTAN por primera vez se plantan frente a las bravuconadas de Vladimir; el gobierno español antepone nuestros compromisos internacionales a la estabilidad de su gobierno; pone en evidencia a esa izquierda que no es del "no a la guerra" sino del "sí a la guerra de nuestros enemigos contra Occidente" y además ha metido a Rusia en un callejón sin salida.

Con los cien mil hombres que tiene desplegados y en el mes de febrero, ni por asomo Rusia va a derrotar a Ucrania; podría destruirla, pero el coste político más allá del humanitario sería enorme. Cada día de este enorme despliegue ruso que comenzó en el verano pasado cuesta unos diez millones de euros, eso sin haber dado un tiro, y la economía rusa no está para estos dispendios sin obtener además una ventaja significativa.

Rusia podría llegar hasta el río Dniéper y anexionarse la parte más prorrusa de Ucrania; pero el beneficio estratégico sería nulo. Si se queda ahí, ¿quién le negaría a los países del este de Europa la necesidad de ingresar en la OTAN después de la invasión rusa? Ucrania está infinitamente más preparada que hace siete años, y lo está precisamente para este ataque. No necesita a la aviación que seguramente no saldrá a operar para no ser derribada por los mucho más modernos aviones rusos, pero dispone de miles de misiles y cohetes anticarro, porque será en tierra donde se resuelva este conflicto. Seguramente guardará sus aviones para una segunda fase, incluso podría sacarlos del país en las próximas horas.

Ocupar la costa del mar de Azov y disponer de agua para Crimea sería un beneficio muy pequeño para las sanciones que recibirá Rusia, que depende de Europa para su salud económica; meterse en una guerra de mayores dimensiones, un riesgo inasumible. De ahí que el guiño de Biden de aceptar una mini invasión sea un dardo envenenado.

Si después de veinte años clamando por su seguridad, Putin no consigue parar a la OTAN en su terminología, habrá fracasado en el eje fundamental de su política de estos años, y Rusia le verá como un blando que no fue capaz de doblegar al enemigo. Si se lanza a un conflicto abierto, no podrá evitar los más de veinte mil muertos que podría costarle una invasión de Ucrania, semanas de una guerra y una opinión mundial que se le pondrá en contra y una local que pasará del entusiasmo inicial al escepticismo cuando lleguen los cadáveres de los jóvenes rusos.

El despliegue de la aviación aliada en Rumania y Bulgaria será fundamental para evitar que la superioridad aérea rusa se convierta en una carta libre para bombardear las ciudades ucranianas y destruir su infraestructura industrial, con un menor coste de vidas rusas. Es urgente el despliegue aéreo y naval en la zona para evitar que Rusia destruya con impunidad Ucrania, porque de algo no tengo duda; si puede hacerlo con impunidad, lo hará. Ese sería su mayor éxito, ocupar una parte y destruir las posibilidades de futuro para el resto acabando con sus industrias e infraestructuras; lo siguiente sería buscar la involución política de un país destruido y abandonado por sus teóricos aliados.

El gobierno español con el apoyo de la oposición debe ser un partícipe activo en parar al totalitarismo, en defender la soberanía y la democracia en Ucrania y la seguridad en Europa. Una vez más como en otras ocasiones, se le pide a España altura de miras, y el gobierno no se puede negar, aunque le cueste terminar la legislatura gobernando a golpe de decreto.

La cumbre de este viernes entre Blinken y Lavrov terminará en fracaso, al menos oficialmente; a partir de ahí Rusia comenzará la fase final de su ataque; los buques anfibios dispuestos para un desembarco en Odessa o Mariupol llegarán al teatro de operaciones el miércoles 27 de enero; ésta es la única manera de sortear a la primera línea de defensa ucraniana y dar un golpe de efecto que haga imposible la contraofensiva. Las operaciones de falsa bandera y los ciberataques comenzarán seguramente en este fin de semana, porque toda guerra siempre necesita de pretextos inmediatos.

Pero si hay algo urgente en la agenda de Putin es movilizar a la opinión pública europea contra la guerra. Los argumentos ya son conocidos: la OTAN y el imperialismo americano quieren acabar con Rusia, imponer el capitalismo que promueve la desigualdad y la corrupción; los rusos necesitan defenderse de las provocaciones de estos pequeños países que siempre fueron satélites que pretenden tener opinión propia, y que además tienen gobiernos seudo-fascistas... Escucharemos a este izquierda plegada a los intereses de nuestros enemigos todos estos argumentos una y otra vez de la mano de los secesionistas; convocarán manifestaciones, a fin de cuentas aquí tienen la oportunidad que esperaban para desmarcarse de Sánchez, tomar la bandera de la auténtica izquierda, provocar una elecciones que traigan un gobierno de la derecha reaccionaria contra la que se sentirán mucho más cómodos en las trincheras y en las barricadas que en los despachos donde ya han acreditado su oficial inutilidad.

El Partido Popular, como máximo representante del atlantismo y el europeísmo debe apoyar al gobierno sin fisuras en asumir sus compromisos internacionales y España debe ir preparándose para las acciones que están por venir. La crisis de Ucrania tendrá unas claras implicaciones económicas inmediatas para las que debemos prepararnos; tendremos unas semanas de enorme tensión ya que las guerras se saben como empiezan pero nunca cómo acaban, pero si la OTAN hace su papel y el gobierno español se mantiene firme, podemos obtener una gran victoria sobre los totalitarios de allí y de aquí.

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