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Eva Miquel Subías

Arthur's eleven: hagan juego

A quien se ha autocalificado como "constructor de la nación catalana" y quien ya ha advertido que éste no es trabajo para impacientes se le han empezado a descontar los días que le quedan hasta la tradicional centena.

Sin logística no hay estrategia y sin ésta todo se reduce a táctica. Así lo entiende David Plouffe y así lo cuenta en The Audacity to win.

Y si algo sabe el que fuera uno de los principales artífices de la victoria de Barack Obama es de trabajo de campo, de mover piezas y pensar cada jugada con un par de añitos de antelación.

Ignoro si la composición del nuevo Govern de la Generalitat responde a sesudas reuniones maratonianas con breaks de catering de La Farga en la que los más jóvenes y vigorosos asesores de Artur Mas se han empleado a fondo o simplemente es una apuesta que luce sobremanera sobre el papel con el riesgo de que éste pueda quedar mojado.

Sea lo que sea, hay una buena mano y por el momento no hace falta ningún descarte.

Veamos. La sociovergencia, tan temida por muchos durante tantos años, tan deseada por otros desde Madrid y con la que tantos globos sonda han sido lanzados, ha cobrado forma tiempo antes de la escenificación del día de la toma de posesión. Algunos y algunas no pudieron disimular sus rostros. Erraron, claramente, en la táctica, puesto que la estrategia no estaba nítidamente definida.

La incorporación del socialista soft Ferran Mascarell cuyo nombramiento me había avanzado días antes una persona muy cercana, responde a una de esas jugadas de claro desconcierto entre unos y otros. No sabemos si la nota socialdemócrata más evidente responderá a la formación de espíritu sarkoziano como "gobierno de los mejores", aunque sí de lo más variado. De todas maneras, permítanme que tome mis precauciones con respecto a que la cultura –y más aún en tiempo de crisis– esté en manos de un socialista, por muy suavecito y desencantado se encuentre.

Entre los independientes, dejando de lado a Mas-Colell al frente de Economia, ex harvardian, liberal y ex conseller pujolista, nos encontramos con el titular de Sanidad, Boi Ruiz, líder hasta ahora de la Patronal catalana de Hospitales y cuyo recorrido como gestor ha sido por muchos expertos respaldado y con Xavier Mena, un miembro de Esade al frente de la Conselleria de Empresa, a los que les suponemos el toque tecnócrata. Pero hay un guiñito interesante a la "independencia política popular". Porque, o mucho me equivoco, o la actual responsable de Justicia, Pilar Fernández, está más en la órbita de los populares que en ninguna otra, al margen de su impecable trayectoria profesional.

Con lo que ya van un par de cartas apalancadas. Sigamos. La tradicional cuota de la Unió de Duran i Lleida está en manos de Joana Ortega, discípula hasta en sus formas de su democristiano tutor que estará al frente de Governació, así como el leridano Josep Maria Pelegrí. El hijo del quien llevara por la calle de la amargura a Jaime Bores en un programa de televisión que ocupó las primeras posiciones de zapping con aquello de "de dónde soy o de dónde vengo, quiere usted decir", repite como conseller y lo hará como titular de Agricultura i Medi Ambient. Esperado tot plegat.

Para completar a los once de Artur Mas, tenemos a Felip Puig y Quico Homs, convergentes de pura cepa y la encarnación del más claro soberanismo el primero, así como a Irene Rigau, otra consellera repetidora, pero esta vez con los asuntos de la educación en sus manos, uno de los ejes prioritarios del nuevo Ejecutivo catalán. Josep Lluis Cleries, que ya estuvo vinculado al Departamento de Bienestar Social de Jordi Pujol y el hasta ahora alcalde de Sant Cugat Lluís Recoder completan la terna. Interesante incorporación esta última de perfil renovador, aperturista y otra carta sin duda apalancada para llevar a cabo la estrategia de futuro.

Y hasta aquí hemos llegado. A quien se ha autocalificado como "constructor de la nación catalana" y quien ya ha advertido que éste no es trabajo para impacientes se le han empezado a descontar los días que le quedan hasta la tradicional centena.

Ha empezado con buenas cartas, con pocos faroles a la vista y apuestas relativamente conservadoras. Mantiene un par de ases, aunque el color de las mismas se aventure como el de siempre. Y seguro que encontraremos al hombre de goma que, como en el largometraje de Soderberg, deba dar en su momento el salto preciso para situarse donde realmente se encuentra la caja de acero.

Hagan juego, señores. Porque la estrategia a medio plazo está servida.

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