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Eva Miquel Subías

Despertando nuestros sentidos

Lo único que consiguen los gubernamentalmente disciplinados sindicatos españoles es despertar mis más primitivos instintos, como lo son la ira y la cólera por tanto derroche de irresponsabilidad.

Atrás dejé la apasionante semana española en la que los caprichos del destino permitieron que los imprescindibles informes encargados por el también imprescindible Ministerio de Igualdad coincidieran en el tiempo con ese dedo firme y erecto, perfectamente descriptivo, que José María Aznar dedicó a unos cuantos jóvenes en la Universidad de Oviedo.

Así, mientras Bibiana Aído ponía en marcha un estudio cuyo sugerente título responde al nombre de Mapa de inervación y excitación sexual en clítoris y labios menores, del que desconozco si sus destinatarios pertenecerán al género femenino o masculino, el ex presidente del Gobierno, tras ser insultado y vilipendiado por unos cuantos alborotadores que portaban pancartas en las que le acusaban nada más y nada menos que de criminal de guerra, les espetó de manera más que gráfica un fuck you en toda regla.

En cuanto a lo primero, me cuesta trabajo ponerme seria sin ruborizarme por la desfachatez de este miembro del Ejecutivo de José Luís Rodríguez Zapatero, así que, por lo menos y debido a la nada desdeñable cifra de 26.000 euros que ha costado el informito de marras, esperemos vaya acompañado como mínimo de un CD Rom con un Google Earth bien detallado del mismo, no vaya a ser cierto aquello de que las féminas no sabemos leer bien los planos.

Por lo que a lo segundo respecta, hay dos cuestiones que me suscitan curiosidad. La primera de ellas es la observación en relación a la facilidad de nuestro ex presidente para manejar la mano izquierda, porque una peineta de estas características requiere cierta destreza y no resulta tan sencillo para una persona diestra. Y la segunda es cómo ha llegado hasta Oviedo sin haberlo hecho antes.

Es decir, dejando de lado el hecho de si se trata de un gesto más o menos digno de una persona de su relevancia social y política, o de especular cuál debería haber sido su reacción, lo realmente llamativo es que alguien que ha estado aguantando improperios de manera permanente desde 2004 no haya descargado su indignación hasta el momento y así descubrirnos al mismo tiempo su faceta más humana, qué demonios.

Siguiendo con asuntos digitales y ahora que el monumento a Colón en Madrid está debidamente reubicado y señalando donde toca, en el momento de escribir estas líneas y a escasos metros de la famosa estatua se dan cita los trabajadores convocados por los sindicatos mayoritarios en España, en una perfectamente coordinada puesta en escena para mostrar su malestar al respecto del retraso en la edad de jubilación hasta los sesenta y siete años.

No hace mucho, un colega escocés me preguntaba –no sé si ingenua o irónicamente– por qué tenían en España tanto poder los sindicatos si apenas representaban a un 15% de los trabajadores. Lo cierto es no supe detallarle una respuesta efectiva, pero me sirvió para dedicarle al tema un buen rato y unas cuantas lecturas.

Y sí, efectivamente, la tasa de afiliación de los trabajadores se sitúa en torno al 16%, siendo ésta una de las más bajas de Europa, pero suficiente como para torpedear en España cualquier reforma que se quiera llevar a cabo como lo es la concerniente al mercado de trabajo o al sistema interno de pensiones.

Si tenemos en cuenta –y en este punto voy a entregarme plenamente y prácticamente plagiar con la falta de pudor que te da la confianza de alguien tan cercano– que las pensiones que se abonan en España son financiadas por las aportaciones de los trabajadores en activo y que el gasto en pensiones de nuestro sistema depende fundamentalmente de tres factores, tales como la demografía, el mercado de trabajo y la misma forma en la que está diseñado el propio procedimiento, podemos apuntar lo siguiente.

Evidente es que la población española envejece sin atisbos de ningún cambio de tendencia en un horizonte cercano, con lo que vivimos más y tenemos pocos hijos. Si a este hecho le sumamos que el mercado de trabajo atraviesa uno de los momentos más críticos e inquietantes, el panorama no es de lo más estimulante. Asimismo, debemos tener presente que una media de dos trabajadores en activo por cada pensionista es la cifra milagrosa que nos permite asegurar el sistema, pero si consideramos que las tasas de dependencia podrán llegarse a situar alrededor de un 60% hacia 2050, la realidad es que por cada 1,67 personas en edad de trabajar, habrá una persona mayor de 65 años.

Y mientras esto sucede, los afiliados sindicales se van de paseo desde la fuente de Neptuno a la Puerta del Sol, en una fría jornada de invierno contribuyendo desinteresadamente a la pérdida de tiempo y de dinero.

Pues lamentándolo mucho, señoras y señores, ante esta descripción de nuestro escenario, lo único que consiguen los gubernamentalmente disciplinados sindicatos españoles es despertar mis más primitivos instintos, como lo son la ira y cólera por tanto derroche de irresponsabilidad. Y siento decirles que una servidora no posee la paciencia de José María Aznar, la perdió hace mucho, pero la zurda no es mi fuerte.

En España

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