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Eva Miquel Subías

El té de las cinco y pico

Sigo convencida de que al país le conviene un partido socialista potente, sólido.

Lo cierto es que echaba de menos a José Bono. En serio. No hace demasiados días pensaba en él y lo poco que su nombre aparecía en los últimos tiempos en las líneas de los principales periódicos españoles, como solía aparecer antaño. O más bien entre líneas, que es como intuyo le acaba gustando siempre aparecer.

Y ha sido José Luis Rodríguez Zapatero quien ha hecho referencia –tras lo que previamente había apuntado Palomera en el Huffington– a un encuentro de él mismo con Pablo Iglesias e Íñigo Errejón en el domicilio del mismísimo Bono a instancias del mismísimo.

Vaya por delante que cada cual en su vida privada y en su domicilio puede llevar a cabo los encuentros que cada uno considere. Faltaría. Pero el hecho de filtrarlos a conciencia entraña diversos y considerables motivos, como consideraciones al respecto.

Más allá, por cierto, de la teoría no escrita de que a los que más suelen criticar el poder establecido, son los que acaban entregándose a él y acaban siendo atraídos por la moqueta cual velcro más potente.

El podemismo anda de enhorabuena. Y no sólo por los sondeos que les siguen teniendo reservadas las plazas más golosas, sino porque la filtración les ha sentado como un guante de seda a sus propósitos. Eso y el golpecito de mano de Susana Díaz, nada casual, supongo.

Inciso. ¿Por qué siguen algunos empeñados en apellidarla Díez? Rescaten la entrevista de Zapatero, porque juraría que a él también se le cuela la dichosa e. Diría.

Sigamos. Imagino que hoy mismo estarán nuestros principales comentaristas, analistas políticos y demás analizando la reunión, por un lado, y la filtración, por otro. Intuyo las conclusiones a las que llegarán algunos. Sospecho otras. Pero temo no pocas conclusiones.

Y, aunque ya sabemos aquello de los adversarios políticos y los enemigos íntimos, que son siempre de manera indiscutible los de tu misma formación, sigo convencida de que al país le conviene un partido socialista potente, sólido y una cara visible lo suficientemente atractiva, –y no precisamente en el sentido literal–, que contenga la vía de agua que se les ha abierto por la izquierda.

Porque lo que nos cuente Grecia el próximo domingo puede que lo leamos demasiado tarde.

Ayer mismo lo comentaba con un pequeño empresario griego. Le pregunté, lo hablamos y acabó por darme un abrazo con los ojos humedecidos con sólo imaginarnos según qué escenario en su país. Y confieso que a mí casi se me humedecieron mentalmente al figurarme según qué escenario en el nuestro.

Y nosotros lo lamentaremos pero quienes acabarán reaccionando demasiado tarde son los que, entre tacita y pasta de té, juegan a maniobras domésticas cuando siempre nos vendieron que tenían alturas de miras.

Cierto es que tampoco lo llegamos nunca a comprar.

En España

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