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Eva Miquel Subías

Mujer joven catalana busca... trifulca

Tras solicitar a las mujeres españolas que ninguna de ellas entregue su voto a los “señores éstos de la derecha quienes devolverán a la mujer a la cocina” mi respeto hacia su persona ya lo ha perdido para siempre. Ha traspasado así todos los límites.

Hoy les escribo desde la más profunda de mis entrañas. Habrá alguno que podrá pensar que tampoco se trata de algo tan novedoso. Quizás. Pero hoy más. Mucho más.

Y es que justo cuando pensaba que había sobrevivido a esta campaña electoral, apurando las horas mientras votaba por correo por los pelillos –otros no han sido a la hora de escribir estas palabras tan afortunados– aparece en escena Doña Carme Chacón.

La candidata socialista se dejó llevar por la pasión mitinera y, entre arengas de recuperaciones de trasvases en territorio tarraconense por parte de los malos malones del Partido Popular, dio un paso más. Y subió, disculpen, descendió ese peldaño que separa lo razonable de lo insensato, justo ése que separa la demagogia propia del fragor electoralista de lo oscuro, ruin, viscoso y húmedo que supone la manipulación más áspera y sucia que suele habitar en las profundidades cloaquiles de la política.

Hay quien, aún sabiéndolo, opta por pasar de largo pero hay quien no sólo se detiene, sino que chapotea salpicando con su fango pringoso. Y esta vez, Carme Chacón se ha embadurnado sin dejar un solo poro de su piel intacto. Ha descendido y allí parece haber decidido quedarse instalada.

Porque tras solicitar a las mujeres españolas que ninguna de ellas entregue su voto a los "señores éstos de la derecha quienes devolverán a la mujer a la cocina" –entre otras perlas– mi respeto hacia su persona ya lo ha perdido para siempre. Ha traspasado así todos los límites.

Ignoro lo que habrán pensado –aunque lo imagino– las miles de mujeres que integran las filas del Partido Popular, entre ellas, las presidentas de Comunidades Autónomas que no tiene el PSOE, como ignoro lo que habrán pensado los millones de mujeres que les habrán votado o no, ésas que antes conciliaban el trabajo y la vida familiar y ahora, gracias al Gobierno al que pertenece la Sra. Chacón ya no, por haberlo perdido.

Pero si sé lo que piensa una servidora. Y creo, tras sentirme absolutamente ofendida e indignada con sus palabras, que aun conociendo que en política se admiten demasiadas frivolidades, hay cuestiones básicas que deberían tenerse muy presentes, muy interiorizadas.

Porque si falla lo esencial, falla todo lo demás. Y una persona que ha ostentado el privilegio de encabezar una cartera ministerial no puede traspasar las fronteras de la obscenidad más absoluta y afirmar sin ningún tipo de vergüenza que el Partido Popular desprecia a la mujer. Ya no sólo por no ser cierto –y así lo demuestra a diario–, sino porque nos evidencia su rápido aprendizaje de su faceta más rastrera, manipuladora y trepadora. Claro que eso es lo que tiene ser una alumna tan aplicada. Dejará a su maestro sin un hueco en su espalda donde clavarle más puñales. Ahí, Pérez Rubalcaba ha bajado demasiado la guardia, me temo.

Afirmar que un Gobierno del Partido Popular recortará "nuestros derechos civiles" o que no desea "mujeres en los consejos de administración, ni en las universidades, ni en los parlamentos..." no demuestra sólo su indecencia. Demuestra la ausencia de algún tipo de vergüenza. Así, con todas las palabras.

Y otra cosita, Sra. Chacón. Nada tiene que ver su condición de ser mujer, joven y catalana con el hecho de llegar o no a ser presidenta de España. Nada de eso. Pero sí tiene que ver con tener esos límites que no conviene traspasar bien definidos. Con eso, sí tiene mucho que ver.

Hasta lo sabe su mentor, quien le ha permitido ser la primera mujer que ha estado al frente de las Fuerzas Amadas españolas. Demuestre así un mínimo de agradecimiento. Si no a los suyos, a su país. De nombre España, por cierto.

En España

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