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Eva Miquel Subías

Sí, ya se sabe

Debo reconocer que la propuesta de la senadora socialdemócrata flamenca al respecto de la huelga de sexo que deberían iniciar las mujeres de los negociadores de la profunda crisis de gobierno sin gobierno que vive Bélgica ha podido definitivamente conmigo

Está bien, lo admito. Soy facilona. No lo puedo evitar. Mantuve el control cuando Alan Johnson, el que era mano derecha de Ed Milliband –actual líder de los laboristas británicos– presentó su dimisión como diputado y portavoz económico hace escasas semanas. El motivo no me pudo parecer más injusto. Muy anglosajón, por otro lado. Al parecer, su esposa llevaba años manteniendo una tórrida –esto es cosa mía– relación con el que había sido el guardaespaldas de su marido mientras ocupaba la cartera de Interior en el anterior Gobierno, desatando, en consecuencia, un revuelo considerable. Con lo que nuestra popular expresión adquiere aquí su máximo esplendor. Y públicamente apaleado, además.

Calladita me quedé cuando la esposa del presidente de la Cámara de los Comunes, Sally Bercow apareció en el semanario del Evening Standard cubierta con tan sólo una sábana con motivo de un número especial en el que se enumeraban los lugares más excitantes de Londres. Así, relata al detalle lo sexy que resulta vivir en el Palacio de Westmister y cómo su vida sexual se ha vuelto más "picante" gracias al poderoso sonido de las campanas del Big Ben. "El poder es afrodisíaco", apostilla. La polémica ha estado servida en los principales medios de comunicación británicos por tratarse, además, de un lugar oficial sufragado con presupuesto público.

Ahora bien, debo reconocer que la propuesta de la senadora socialdemócrata flamenca al respecto de la huelga de sexo que deberían iniciar las mujeres de los negociadores de la profunda crisis de gobierno sin gobierno que vive Bélgica ha podido definitivamente conmigo. Así que llámenme frívola pero aquí me quedo. Entro al trapo.

Marleen Temmerman ha querido reivindicar la figura de Lisístrata en la que el dramaturgo griego Aristófanes, en protesta por la Guerra del Peloponeso entre las ciudades de Atenas y Esparta, animó –a través de ella– a las amantes y esposas de los guerreros a mantenerse castas para incentivar a sus hombres a conseguir cuanto antes una escenario de paz.

Debo confesar que me ha llamado la atención por varios motivos. Pero más aún por tratarse de alguien que es mujer, socialista y ginecóloga, siendo los derechos sexuales una de sus principales áreas de investigación en la Universidad de Ghent.

Así pues y tras concluir que ni una sola mujer se encuentra en el equipo negociador encargado de mediar entre flamencos y valones tras casi 250 días sin lograr formar un Gobierno en Bélgica, debemos suponer que las relaciones entre los negociadores y sus parejas deben disfrutar de plena actividad y goce, puesto que, de lo contrario, más de uno puede caer en la tentación de alargar más si cabe el proceso en aras de su particular fiesta, con la excusa de la obligada abstinencia.

Anota con énfasis la socialdemócrata flamenca: "Si todas nos ponemos de acuerdo en la abstinencia sexual, estoy convencida de que podremos lograr que las negociaciones avancen más rápido. Ya se sabe qué piensan los hombres de esas cosas".

Más allá del humor con el que pretenden impregnar una situación dramática, me pregunto qué habría pasado si este tipo de iniciativa y manifestación hubiera partido de una mujer instalada en las filas conservadoras o liberales. ¿Se lo pueden imaginar?

Los cimientos de Europa habrían temblado, Bibiana Aído habría salido de su madriguera en la que permanece calentita desde que su Ministerio quedara reconvertido en una secretaría de Estado integrada en otro Departamento tutelado por otra miembra destacada del socialismo español y Maruja Torres habría dedicado su columna a la decadencia del feminismo gracias al avance de las tropas reaccionarias. Créanme, no exagero. O muy poquito, vamos, sólo lo justo.

Pero como la afirmación "ya se sabe qué piensan los hombres de esas cosas", situándolos en un plano comparativo al comportamiento de los australopitecus afarensis –a los que debemos satisfacer en aras siempre de nuestros intereses– viene de la mano de una mujer supuestamente progresista, oídos sordos y aquí no ha pasado nada.

Aterrizo en España. En un plano mucho más doméstico, el candidato del PSOE a la Comunidad de Madrid ha fichado a Carla Antonelli para acompañarle en su aventura electoral. "No es un afán de búsqueda de votos" ha comentado Tomás Gómez, apuntando con forzada naturalidad la incorporación de la que pasará a ser la primera transexual en ocupar un escaño en la política parlamentaria regional. Dejando al margen la lucha que ha llevado a cabo la actriz a favor de los derechos de los homosexuales al frente del colectivo LGTB, que es meritoria y nadie pone en duda, deberá esmerarse algo más en sus intervenciones.

Porque alguien debería advertirle que no basta con decir que "la grandeza de la democracia consiste en que después de recibir palizas en comisaría pueda sentarme cara a cara con algunos que defienden las prácticas de aquella época". Ya que está feo, Doña Carla. Muy feo. Primero, por tratarse de una acusación mezquina y falsa. Y segundo, por ser tan demodé, como tantos y tantos tics del falso progresismo.

Así que espero que sean algo más ingeniosos y elaboren un poquito más sus propuestas, porque mucho me temo que las tropas de Aguirre sí que avanzan sin titubeos. Y ella no sólo lo sabe, lo tiene clarísimo.

En España

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