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Ya vuelve el socialismo por do solía. Ya avistamos de nuevo un horizonte político de pana y de "moscosos", de inflación y déficit público, de demagogia al contado y severidad contable para nuestros nietos. Ya vuelve el clientelismo político más rastrero, el voto cautivo que luego redimen las subidas de impuestos. Ya está, en fin, la izquierda en su terreno y el PSOE en su salsa. Tanto Zapatero y no salimos de Alfonso Guerra. A lo loco se vive mejor.

Como no hay mal que por bien no venga, el apoyo entusiasta del PSOE al disparate de la Audiencia Nacional sobre los sueldos de los funcionarios va a tener un efecto benéfico en el Gobierno y en la opinión pública. En el Gobierno, para que vean que eso de la continuidad en los grandes asuntos de Estado es una ensoñación canovista, una racionalización de la lucha por el Poder a la que el PSOE es alérgico desde hace más de cien años. En la opinión, para que no se crean que los morritos de niño de primera comunión de Rodríguez Zapatero son muy distintos, en lo que toca al bolsillo, del morratel de Alfonso Guerra o del morrazo de Felipe González.

Desde los inolvidables días en que Carlos Solchaga defendía los beneficios de la inflación para los más humildes, no se producía en las filas sociatas un disparate tan mayúsculo como este de apoyar a un juez en la demolición del edificio institucional de la economía española. Desde luego, no es nada bueno para España, pero sólo los olvidadizos podrán decir que es algo nuevo. Así se forjan --y se eternizan-- las mayorías absolutas.

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