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Pocas veces se ha demostrado tan palpablemente la inanidad de un eslogan y la incompetencia intelectual de un proyecto como en el caso del PSOE en las elecciones europeas. Había algo ofensivamente escolar, pomposamente analfabeto en ese “España quiere a Europa” bajo el que sonreía Borrell como un Mefistófeles al borde del Inserso. Tras los datos electorales, no sólo ha fracasado en España esa manipulación ideológica de los sentimientos en el típico estilo retroprogre sino que se ha volatilizado esa Europa antiamericana forjada por Chirac y Schroeder a la que tan inmoral como estúpidamente se ha sumado el Gobierno del PSOE.
 
Irak está afortunadamente agotado como argumento de política nacional. La Europa antiamericana y francoalemana está prácticamente liquidada en las urnas, donde sus principales promotores han sido aún más castigados que los proamericanos Blair y Berlusconi, aunque todavía haya medios de comunicación que se empeñen en atribuir la caída limitada del presidente Italiano a su presencia en Irak y no dicen nada del peor resultado de la socialdemocracia alemana desde la Segunda Guerra Mundial. Podríamos decir que es una forma muy adecuada de celebrar Normandía, pero también sería un modo oportunista de argumentar que no se compadece con la realidad. Los gobiernos de Europa que han sido castigados deben su deterioro a la mala gestión y, en el caso británico, a las dudas del proyecto europeo. Lo demás son fantasías ideológicas para ocultar la dura realidad.
 
Y la realidad es que esa Europa a la que según el PSOE “volvíamos” casi ha desaparecido. La mayoría del Parlamento europeo es de derechas. El PP va a tener casi los mismos escaños que el PSOE y los socios de ZP, comunistas y separatistas catalanes, se han dado un batacazo monumental en las urnas, que le permite ganar al PSOE pero perder sustancialmente en la entidad de sus apoyos. Si la Izquierda fuera capaz de reflexión, éste sería el momento adecuado para hacer una cura de humildad, reconocer los hechos y ahorrarse los dichos graciosetes, cainitas y arrojadizos que se le pueden volver muy pronto como un bumerán. Si no es así y si el PP aprende también la lección moral de estos comicios, la hora de la alternativa se adelantará. Pero la ventaja de la democracia es que las situaciones son reversibles. Incluso las innecesariamente estúpidas. Pensando en las elecciones vascas, esperemos que ese sea el caso del PSOE, que, como es bien sabido, sólo acierta cuando rectifica.

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