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El pacto antiterrorista tan prolijamente redactado, trabajosamente alcanzado y solemnemente proclamado por el PP y el PSOE puede entenderse como la imposición de la ambigüedad o como el triunfo de las buenas intenciones. Por desgracia, hace tiempo que las buenas intenciones constituyen el camuflaje de la ambigüedad y hasta de la doblez en la lucha contra el terrorismo. La vergonzosa manipulación contra el Gobierno del asesinato de Ernst Lluch es la última prueba, pero no la única, de que el PSOE está jugando a dos barajas, en ésta como en tantas otras cosas y en tantas ocasiones.

La credibilidad del pacto depende, pues, de la que nos merecen los firmantes. Y en este punto la cosa está demasiado clara. El Gobierno y el PP han demostrado que merecen confianza. El PSOE ha demostrado que no la merece, aunque ojalá sea éste el paso necesario y suficiente para alcanzarla. Pero, ¿basta el anuncio del pacto antiterrorista para concedérsela? Sinceramente, no.

La clave no está en lo que se dice sobre ETA, que es de sentido común y complace a las clientelas de ambos partidos. Lo realmente decisivo es que el PSOE se comprometa en luchar contra el PNV mientras el PNV siga luchando junto a ETA, contra la libertad y contra España. Aparentemente, en este aparatoso y detallado acuerdo queda claro que el PSOE no pactará jamás con este PNV, que es el unico que hoy por hoy existe.

Pero la estrategia de fondo del PSOE de verdad, es decir, del felipismo y el polanquismo, está siendo en los dos últimos meses exactamente la contraria: respaldar directa o indirectamente al PNV y aislar y desgastar al PP en la política vasca y la lucha antiterrorista, que, como bien dice en este caso Aznar, son una y la misma cosa. Si este pacto ha sido necesario es porque el PSOE no estaba respaldando lo que ahora firma. ¿Y tiene intención de hacerlo? Si para algo sirve la experiencia, no.

González no va a cambiar -no tiene por qué- de estrategia contra Aznar, Polanco está, más que nunca, en el reto continuo a todos los poderes e instituciones y, en fin, a Zapatero le conviene guardar las formas. Desde ese punto de vista, los socialistas salen ganando en el fondo aunque el PP parezca haber impuesto su discurso político. Aznar queda atado a una relación forzosamente buena con un socio comprobadamente malo y el PSOE puede seguir cerdeando en este asunto y fingir que se escandaliza cuando el PP se sienta traicionado y le llame al orden.

Este acuerdo vale lo que valga el PSOE que lo firma. Importa más, hasta ahora, el que no lo firma. Así que, sosegados los espíritus y ahítos de buenas intenciones, a ver qué hace González.

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