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Federico Jiménez Losantos

Al despertar, el dinosaurio continúa ahí

Tras la agotadora noche electoral madrileña, tras el contundente y merecido triunfo de Esperanza Aguirre, tras el primer gran arreón presidencial de Rajoy y tras un nuevo alarde de desprendimiento y sacrificio por parte de Aznar (y también de Ana Botella), renunciando a su última y legítima ración de foco triunfal en el balcón de Génova (qué doble ejemplo para Gallardón), conviene recordar que, como en el cuento de Augusto Monterroso, “al despertar, el dinosaurio continuaba ahí”. Ahí sigue, sí, el antediluviano, anticonstitucional, antiestatutario y prebalcánico Plan Ibarreche, y está bien que el presidente del Gobierno lo haya recordado en Barcelona, ciudad donde ETA mata cuando puede pero cuya clase política (nacionalista y socialista, en eso allá se andan) siempre acaba respaldando al PNV, que a su vez es uña y carne –o padrastro– con ETA.
 
Uno esperaba, quizás porque nunca acabamos de convencernos de que el PSOE no tiene  remedio, que Zapatero iba a salir del trance madrileño, de esa “dulce derrota” que, por mucho que le consuele la seradicción prisaica, debe saberle a acíbar, cerrando filas con el vencedor, el PP, y contra Ibarreche, que no es simplemente el adversario sino el auténtico enemigo de ambos. Por desgracia, el “todavía Secretario General del PSOE”, como cruel aunque merecidamente lo llamó Aznar al final de la campaña madrileña, ha preferido encenagarse en el rencor de la derrota que buscar otros horizontes más despejados para su partido y, sobre todo, para su persona. Allá él.
 
Pero el Presidente del Gobierno y líder moral de la derecha española debe estar en su sitio hasta el final, hasta ese admirable final que él mismo ha escrito, tanto al pie del Presupuesto, cuya última edición en esta legislatura comienza mañana, como en la defensa de la Nación y la Constitución, que es su obligación esencial. Nos complace comprobar que sigue ahí, como también estaban los cazadores de dinosaurios. Lástima que, de momento, parezca solo, pero es una des-ilusión óptica: aunque le falte Zapatero, nunca le va a faltar España.
 

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