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Federico Jiménez Losantos

Ante el abismo nacional, el PSOE da un paso al frente

Hay que verlo para creerlo. Hay que frotarse los ojos y volver una y otra vez sobre el texto de la ponencia política del PSOE para comprobar que no se trata de una tomadura de pelo. En realidad, es eso y mucho más. Es el mayor ejercicio de irresponsabilidad, la mayor prueba de indigencia intelectual y el más escandaloso alarde de incapacidad moral de los muchos que ha protagonizado la clase política española desde la Transición. Resulta que Zapatero ha encontrado la fórmula para encajar dentro de una España nuevecita, reinventada y requetesolidaria todas las amenazas contra su unidad, que lo son también contra la libertad de los españoles. Ya tiene el crisol donde refundir el separatismo etarra, el independentismo catalán, el nacionalismo balear, el aislacionismo aragonés y el naufraguismo canario, sin olvidar el caciquismo andaluz, el irredentismo gallego y el tercermundismo extremeño. Todo cabe en el nuevo Estado federal, en realidad confederal y seguramente cantonal que el cerebro privilegiado de Zapatero, el talento vertiginoso de Pepiño Blanco y la portentosa inteligencia de Jordi Sevilla, entre otros filósofos inéditos de la Escuela de Javea, sector Mortadelo, han alumbrado para remediar los viejos y absurdos males de la Patria.

Por lo visto, creen estos pensadores de la nada o esta nada política puesta a pensar, que el problema de España es puramente verbal, que el separatismo es un conflicto psicológico y que los novecientos asesinatos etarras son producto de un malentendido. Por lo visto, Zapatero cree que la prohibición del español en la Administración Pública y la Enseñanza de Cataluña y Baleares es una reacción sanamente instintiva por la secular incomprensión centralista. Por lo visto, esta dirección teledirigida del PSOE cree que se puede alentar cualquier movimiento político centrífugo y que basta con legalizarlo para que se convierta en centrípeto. Vamos, que si a Arzallus se le reconoce el derecho al separatismo y a la anexión de Navarra renunciará a ejercerlo y además se sumará al debate para recrear una España acogedora y cariñosa. Y con él Josu Ternera. Y después Pujol. Y después Beiras. Y delante de todos ellos, más nacionalistas que los nacionalistas, todos los caciques regionales del PSOE: Maragall, Iglesias, Antich, Touriño, Bono, Chaves, Ibarra y demás hermanos náufragos en la sopa de letras del federalismo asimétrico. De no verlo, no creerlo.

Estos tíos o, como a ellos les gusta, estos tíos y tías del PSOE, no renovado sino patidifuso, están dispuestos a cargarse la Constitución que garantiza muy precariamente la unidad nacional a cambio de una quimera verbal que les permita ponerse a la cabeza de diecisiete manifestaciones distintas en las diecisiete autonomías españolas. No es la primera vez que en España una tribu de izquierdistas cretinoides juega a trocear el Estado, presuntamente para unir más “voluntariamente” a la nación. Pi i Margall y los federalistas de la I República se las arreglaron para que en un año el régimen republicano naufragara en el caos cantonal, hasta que los militares desembarcaron en el caos y acabaron con guerras civiles como las de Cartagena contra Murcia, incluido el bombardeo de la costa por la escuadra de dos barcos de Tonet. Pero esto de Zapatero y demás compañía felipista no sería un Viva Cartagena, sino un Adiós, España; bienvenidos a Yugoslavia. Como después de las elecciones vascas muchos temían ver a España al borde del abismo, los socialistas han decidido dar un paso al frente. Lástima de frenopático.

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