Los discursos de españolismo inflamado de Bono serían no sólo oportunos sino emocionantes y galvanizadores contra la modorra suicida de la opinión española si no vinieran del miembro de un Gobierno que se ha puesto a la cabeza de esta “empresa de demoliciones” que significa el zapaterismo ambulante, no, ay, quijotescamente andante. Que el día de la Inmaculada y en una Academia Militar el Ministro de Defensa llame a defender la Patria y la Constitución está muy bien. Que lo haga a las cuarenta y ocho horas de que Maragall, con el respaldo expreso de Zapatero, se haya cargado la propia celebración de la Constitución en Cataluña resulta una auténtica tomadura de pelo, una broma pesada, un sarcasmo intolerable.
El patriotismo se demuestra renunciando al Poder o compartiéndolo con quienes piensan distinto pero son también españoles. Exactamente lo contrario de lo que está haciendo Bono con Trillo y exactamente lo opuesto a lo que está haciendo el Gobierno del PSOE-PSC, cuyo programa de Gobierno ha quedado reducido a un único punto: destruir como sea al PP, detrás del cual se agrupa media España, precisamente la mitad realmente dispuesta a defender la pervivencia legal, moral y real de la Nación.