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Federico Jiménez Losantos

Cascos, Rajoy y la complicada herencia de Arias Salgado

Es posible que esta semana la Audiencia Nacional abra el primer proceso político serio contra el Gobierno Aznar. Posible e incluso probable. Las irregularidades en la concesión a Xfera de la cuarta licencia de UMTS parecen tan claras que no es razonable esperar de los jueces una absolución de Arias Salgado. Por si acaso, en los más altos niveles gubernamentales ha empezado la difícil gestión de la herencia del ex-ministro de Fomento.

Francisco Alvarez Cascos, sucesor de Arias, no ha dudado, según sus habituales detractores, en favorecer, o al menos no obstaculizar, la concesión de la autopista A-4 a la empresa Ferrovial, la misma que ha llevado al Gobierno a los tribunales y ha puesto a su predecesor a los pies de los caballos. Eso pretendería mostrar que Cascos no piensa asumir como propio ningún abuso de Arias Salgado penalizando además a la empresa perjudicada por él.

Casual o no casualmente, entre los favorecidos por la concesión de UMTS ahora impugnada está Carlos March, nuevo patrón de Arias, pero también amada criatura de Polanco, que fue el mayor enemigo de Cascos y el Gobierno durante la "guerra digital". Así que, según los "casquistas", los enemigos del Gobierno" son más de uno y, puestos a elegir, parece peor Polanco que la familia Entrecanales, tan polanquista por otra parte.

Esta confusión entre amigos y enemigos políticos, estos cruces en el tráfico de influencias se agudizan y embrollan por la existencia de la mayoría absoluta que, a falta de una oposición amenazadora, traslada al interior del Gobierno todas las luchas de poder. En este caso, la denuncia de insolidaridad de Cascos con su predecesor se compensa con la que hace el que fue vicepresidente político a su sucesor en el cargo, Mariano Rajoy. ¿La razón? El fichaje de Pepe Villar, auténtica mano derecha de Arias en Fomento, como asesor del vicepresidente primero en materia de concursos y adjudicaciones, se interpreta como una forma de sobrevolar la herencia de Arias y también de vigilar de cerca a Cascos, cuya independencia de criterio es sólo inferior a la cantidad de dinero que mueve su ministerio y a la importancia de los intereses que se ven perjudicados --o favorecidos-- en cada concesión administrativa.

En fin, este caso de posible corrupción política es sólo el primero de la era Aznar, pero tiene dentro todos los ingredientes necesarios para resultar larguísimo. Y de hondas consecuencias.

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