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El pulso de Javier Sardá a Alejandro Echevarría parece haberlo ganado el brillante, coherente y desvergonzado factótum de Gestmusic, la mayor productora de telebasura de España, aunque no sólo de telebasura y aunque no sólo ella produzca basura para la televisión. Pocos precedentes hay de una situación semejante en las cadenas privadas de TV y el único que guarda cierto paralelismo fue el que protagonizamos Luis Herrero y yo en Antena 3 TV cuando Mario Conde se convirtió en accionista de referencia de la cadena. En 1992, en el telediario de máxima audiencia, Luis me preguntó entonces como comentarista político qué podía comentar sobre los rumores de que, pese a las seguridades dadas a los profesionales por el nuevo gestor Antonio Asensio, Conde iba a liquidar cualquier crítica al Gobierno del PSOE, entonces enfangado por los casos Juan Guerra e Ibercorp. Era, como ahora, el mes de Julio y yo contesté que la prueba era muy sencilla: si a la vuelta de las vacaciones veraniegas el televidente zapeaba y no encontraba ningún telediario donde se criticara al Gobierno por sus escándalos y atropellos, estaría claro que lo que Antena 3 significaba en la radio y la televisión españolas había desaparecido.

Y así fue. Todos, empezando por Carrascal que hacía el telediario más a la derecha, compraron su continuidad en la cadena haciendo grandes genuflexiones ante los nuevos dueños y reprobando públicamente la actitud de Luis Herrero y un servidor. Los gestores de Antena 3 TV hicieron como que protestaban mientras negociaban en realidad compensaciones económicas para su salida de la empresa. Y a los únicos que echaron de la tele Conde y Asensio fue a nosotros dos. Que, por otra parte, era lo que ya tenían decidido, por acuerdo expreso con el Gobierno de González y aceptación tácita de la oposición, dirigida entonces por Aznar y aconsejada por Ansón, sector Rafael. Un tal Campo Vidal, comisario felipista de RTVE, se hizo cargo de los informativos y del telediario de Luis, prefigurando lo que sería años más tarde la epopeya político-financiera de Buruaga. Y nosotros nos fuimos con la música a otra parte, léase la COPE.

Mucho ha cambiado España desde entonces y no en todo para bien. Quizás la única novedad en el panorama audiovisual sea precisamente ésta: que hoy existe gente en la tele como Javier Sardá capaz de echarle un pulso a su cadena por razones ideológicas pero con argumentos económicos y ganárselo. La duda estriba en si la humillación del Grupo Correo, además de ejemplar en el sentido cervantino, resulta positiva para la libertad y mejora las posibilidades de elección de los espectadores. El triunfo de la telebasura sobre la hipocresía tiene algunos aspectos interesantes y la bofetada de Sardá a sus empresarios no deja de resultar pedagógica. Sin embargo, ni se trata del mismo reto de 1992 ni tiene el mismo sentido. Entonces caímos por querer ser más limpios. Hoy no caen porque disfrutan y ganan dinero siendo cada vez más sucios. Triste motivo para la meditación.

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