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Federico Jiménez Losantos

Como en el 93: tener votos no es tener razón

Según el recuento de la noche electoral -noche negra en todos los sentidos- seis de cada diez vascos están más o menos de acuerdo, más bien más que menos, con el nacionalismo; y cuatro de cada diez no lo están en absoluto. Si los números tuvieran un valor moral, el nacionalismo habría demostrado que tiene razón. Pero en realidad lo que demuestran esos números es que hay una mayoría relativa de vascos que prefiere mirar hacia otro lado cuando se margina, discrimina, amenaza o asesina a los vascos no nacionalistas. Había una mayoría mucho mayor de alemanes que votaron a Hitler y apoyaron al nacionalsocialismo mientras exterminaba a los judíos y a todos los que no fueran "buenos alemanes". Buenos según los nazis, claro.

La disyuntiva que se plantea ante unos resultados electorales es de dos tipos: política y moral. En lo político, por lo que hace al poder, hay que aceptar los resultados que la realidad arroja. En lo moral, hay que ver si esos resultados caminan en la dirección que moralmente se considera deseable o no. Si van en dirección contraria, hay que rearmarse de valor y de razones para seguir resistiendo el avance del mal. La realidad vasca es hostil a los principios morales más elementales. El crimen, el racismo y la cobardía se enseñorean de una sociedad envilecida por el terror. Es una razón añadida para luchar contra el terror y contra sus consecuencias. Es el momento de apoyar, más que nunca, a los que desde anoche se sienten un poco más solos, un poco más amenazados, un poco más víctimas. Hay que apoyar, más que nunca, a las víctimas contra los verdugos.

No hace muchos años, en la sociedad española vivimos un momento similar, en el que las urnas negaron lo que la moral cívica afirmaba. En 1993, tras disolver y convocar elecciones acosado por los escándalos, la gente votó de nuevo a Felipe González. Funcionó el voto del miedo. O del miedo al cambio. Y entre la clientela del PNV y la del terror, está claro que hay más voto del miedo en el País Vasco que en el conjunto de España en el 93. No obstante, ni González tenía razón en el 93, sino el PP, ni, mucho menos, tiene razón el PNV en 2001. Tenía votos González. Tiene votos Arzallus y, no es casualidad, González con él. Hay, pues, tres razones para seguir resistiendo cívicamente, pese a los resultados: el proyecto totalitario de Estella; la realidad piafante de Arzallus; y el recuerdo presente de González. En 2001 como en 1993, los votos son sólo votos. La moral no se vota: se tiene o no se tiene. En 1993, la gente prefirió taparse la nariz. En 2001 ha preferido taparse los ojos. Pero hay muchos, también vascos, que no quieren vivir ni ciegos, ni mudos, ni en un muladar. Estamos con ellos.

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