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Los partidos políticos son los responsables del que quizá sea el mayor y más pertinaz atentado contra el bolsillo de los contribuyentes: la ingente, oceánica, ciclópea ruina de Radiotelevisión Española. Según los gobiernos y las modas, han ido engatusándonos con promesas que se apoyaban bien en el dinero público, bien en el mercado para su saneamiento. Por ejemplo, el PP decía en 1993 que privatizaría una cadena y dejaría la otra al margen de lo comercial, dedicada al loable empeño de reforzar la proyección internacional de España y fortalecer la columna vertebral de lo nacional, que es la lengua. Todo, naturalmente, dentro de una lucha contra la degradación del medio y una decidida voluntad de que la familia no se ruborice junta viendo programas atroces. El resultado está a la vista: las masas son conducidas cada fin de semana desde hace ya bastantes años al olimpo de la cultura y el refinamiento por José Luis Moreno. Aznar ha denunciado con severidad y con razón la telebasura que nos invade. Pero una de las claves de la telebasura es la competencia desleal, la doble financiación y la falta de escrúpulos de la televisión pública, que no duda en arruinarnos para envilecernos. Las televisiones privadas, no por eso exentas de responsabilidad, apuran hasta las heces el cáliz de la obscenidad generalizada, la perversión infantil y la manipulación de adultos. Un cuadro.

Pero en los orígenes de este desastre que va a más, o a menos, sin que en el horizonte aparezca la menor señal de esperanza, está un mercado intervenido y distorsionado, un derecho ciudadano convertido en concesión gubernamental y un sistema de saqueo de fondos públicos que los partidos hacen compatible con la guerra sucia al sector privado. No es de extrañar que si su juguete favorito se ha convertido en un monumento a la desvergüenza, los propios partidos políticos se comporten financieramente como RTVE y las autonómicas, acudiendo a la financiación pública, frecuentando la privada y sin controlar jamás su tendencia a gastar más de lo que por esa doble vía ingresan. El informe del Tribunal de Cuentas demuestra que los partidos políticos roban de lo público y asaltan lo privado, sin duda a cambio de tratos de favor granujientos e ilegales. Lo malo es que viendo la evolución del escaparate, no cabe esperanza en la regeneración de la tienda. Y lo que no se regenera, degenera. Véase RTVE y véanse los partidos políticos; por cierto, la base de nuestra democracia representativa.

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