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Que no se preocupen los curristas y que no canten victoria los anticurristas: don Francisco, vulgo Curro, no se retirará nunca. El anuncio de su enésima retirada se solucionará al borde de la Feria de Abril tras negociar quince o veinte millones por corrida y cinco, seis o siete corridas, base fantasmagórica de un abono que ya no es a la Maestranza sino a Curro. ¿Que nuestro hombre, digo semidiós, pasa ya de los sesenta y cinco? ¿Y qué? ¿No pasaba de los sesenta la última vez que se reencontró, es decir, que se encontró a sí mismo en sí mismo? ¿No va la gente a la plaza a "esperar a Curro" y no a ver cómo lidia los morlacos de su lote? ¿Pues qué mejor espera que ésta de empezar dos meses antes antes de Navidad a implorar la aparición de Don Francisco después de Semana Santa? Dado el éxito que está teniendo su anuncio de retirada, podemos vaticinar que, a partir de este año 2000, Curro se retirará todos los otoños para reaparecer todas la primaveras. ¿Hasta cuándo? Hasta siempre. Curro va para eterno, si no lo es ya.

Como aficionado, hace más de una década que renuncié a entender el fenómeno currista. Durante algunos años me rebelé contra las alucinaciones masivas que provoca el fenómeno de Camas. Error de juventud, absurdo empeño racionalista en el ámbito de la superstición popular. Ya no lo hago: me resigno al fenómeno como parte de la geología nacional y no de la tauromaquia. Curro está ahí como están Gredos y el Guadalquivir, Rosas y Compostela, Altamira y la Giralda, el Bernabéu y el Nou Camp. ¿Puede uno rebelarse contra la Serranía de Ronda? ¿Puede una mente racional quejarse de las galernas del Cantábrico? No y mil veces no. ¿Por qué entonces hemos de situar a Curro entre los fenómenos de opinión y no de contemplación? Con el paso de los años, de los siglos, del milenio, la humildad ante lo extraordinario del fenómeno ha terminado por sobrecogerme. Al modo de otras instituciones multiseculares, la monárquica o la matrimonial, por ejemplo, su longevidad es el mejor argumento sobre su utilidad.

El anuncio de que, pese a su retirada, don Francisco seguirá toreando en festivales benéficos allana la vuelta del que nunca se ha ido.¿Qué más beneficencia que la de sí propio y la de la religión currista cada vez que oficia el paseíllo, suerte suprema en la que hasta sus enemigos le reconocen arte sin par? Algunos nietzscheanos dicen que Curro es la demostración científica del Eterno Retorno. Otros creen que se retira para empezar de nuevo y que en la feria de Abril del año 2001 debutará con picadores para inaugurar una nueva Era del toreo. Y hay algunos, en fin, que aseguran que hace años que dejó este mundo traidor y que torea desde el Olimpo. Si hemos de juzgar por las distancias, esta última es la hipótesis más seria de todas. ¡Ah, Curro! ¡Oh, Curro!

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