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Federico Jiménez Losantos

Del Pacto a la desconfianza total

Es difícil saber lo que piensa Zapatero acerca de la nueva Ley de Partidos que permitirá la ilegalización del brazo político de ETA. Probablemente ni él sabe lo que piensa o, al menos, lo que va a decir y hacer en el parlamento cuando la Ley llegue al Pleno. Todo lo que ha declarado en público hasta ahora podría entenderse como una disposición contraria, casi como una enmienda a la totalidad, puesto que subordina su apoyo al “mayor consenso posible” y tanto el PNV como Izquierda Unida ya han manifestado su respaldo a Batasuna y su oposición a la Ley. Pero como desde sus filas se filtra una y otra vez que acabará respaldándola, es cuestión de creer lo que dice o lo que no dice. Y de esperar a verlo para creerlo.

Lo que no necesita tiempo de meditación es la gélida desconfianza que desde hace tres meses ha sustituido a la cálida sintonía que en esta materia unía a Aznar y Zapatero, cuando el Pacto por las Libertades y contra el terrorismo y la dirección de Redondo Terreros en el PSOE vasco habían sellado una alianza estratégica sin fisuras y garantizaban un diálogo fluido y una total confianza mutua sin reservas ni malentendidos. Al sacrificar a Redondo Terreros en el ara del “Dios” González y la diosa Prisa, con la inestimable actuación de Pepiño Blanco en el papel de sochantre, Zapatero ganó tiempo para seguir a la cabeza del PSOE pero se cargó cualquier relación seria con Aznar. En esa materia y en todas. Y es tal la endeblez del liderazgo zapateril desde aquella abdicación de sus principios y tan profundo el resquemor del Gobierno del PP que, si resulta aventurado dar por seguro o por imposible el rechazo del PSOE a la Ley, no lo es decir que las relaciones Gobierno-PSOE tardarán mucho tiempo en recomponerse, si es que lo hacen alguna vez. Un triunfo del que pueden vanagloriarse Polanco, González y Arzallus. Un fracaso del que acabará lamentándose Zapatero.

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