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En sólo cuatro días Felipe González ha puesto dos bombas-lapa en la limusina de la mayoría absoluta que han puesto al vehículo ruedas arriba. Si el chófer no fuera tan soberbio y la comitiva fuera menos servil se darían cuenta de la enorme magnitud del destrozo. dados los precedentes y la naturaleza del mal que aqueja al Gobierno del PP. Lo normal, sin embargo, es que sigan en la inopia.

El lunes, con el fracaso de la fusión Endesa-Iberdrola, González consiguió poner en evidencia todos los pecados de acción y, sobre todo, de omisión, de la vicepresidencia económica. Rato podía estar a favor o en contra de la fusión. Lo que no podía o no debía hacer era estar primero a favor y luego mirando a otro lado mientras se estrellaba. Así ha sucedido y tiene razones el Monstruo de Bellavista para envanecerse. Y Arzallus, aplaudiendo.

El jueves, Maragall hizo con Pujol una maniobra envolvente en la que cayó o ante la que se rindió el PP de Cataluña, votando una proposición de unidad contra el terrorismo tan alejada del Pacto PP-PSOE contra el terrorismo que la votó hasta Esquerra Republicana de Cataluña. El espíritu de Gemma Nierga se ha impuesto sobre el de Savater. Rajoy es el único por encima de Mayor Oreja que ha podido autorizar el súbito cambio de rumbo del PP en materia antiterrorista. Cambio que Pujol se ha apresurado a ofrecer a Ibarreche, por si alguien no se había dado cuenta del balón de oxígeno que supone para el PNV. Y Arzallus, aplaudiendo.

En sólo una semana, dos golazos de González: el lunes, por la escuadra izquierda, en clamoroso fallo de marcaje del central Rato; el jueves, por la escuadra derecha, desvío en propia puerta del central Rajoy, patoso como nunca. La credibilidad en materia económica y en materia antiterrorista, por los suelos.

Y el Faraón, camino de Egipto.

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