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El nombramiento de Dezcallar, criatura política genuinamente felipista, para custodiar los secretos a voces del CESID va camino de convertirse en un segundo caso Eduardo Serra. Nadie entiende el nombramiento de quien fue nada menos que el encargado de asuntos políticos en los gobiernos gonzalinos, un puesto ideologizado, partidista y sectario donde los haya. Y los que dentro del PP lo entienden, es precisamente como otra jugada de La Zarzuela aprovechando la indecisión del Gobierno. En cualquier caso, es un elemento más que contribuye al desconcierto en el PP, que no sabe a qué carta quedarse con su Líder Máximo.

La línea que ha llevado a Dezcallar a ocupar un sitio antaño apetecido por varios ministros del actual Gabinete --Cascos, Rajoy, Lucas, Trillo...-- habría recorrido el camino que lleva de la amistad a la camaradería, de la camaradería al cargo y del cargo a la complicidad. O sea, de Almansa a Dezcallar, de Dezcallar a Almansa, de Almansa al Rey y del Rey a Calderón, con beneplácito y regocijo de González y Manglano, aplaudiendo la jugada.

Si el escándalo de los Papeles del CESID es un índice de lo que le espera a Dezcallar, todo dependerá de que al PSOE o a algún sector del Cesid le interese tirar de alguna manta. Al Gobierno, o sea, al Presidente, sólo parece preocuparle no buscar elementos de conflicto. Claro que para eso había dos alternativas mejores: dejar el Gobierno o cerrar el CESID. Lástima que no se haya optado por la segunda, que era la que exigía el decoro político.