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Federico Jiménez Losantos

El día de gloria de Díaz Ayuso y el incierto futuro de la Derecha española

Nunca ha habido, en circunstancias tan irregulares, un gesto tan claro e inequívoco de apoyo a una persona y a una política

Nunca ha habido, en circunstancias tan irregulares, un gesto tan claro e inequívoco de apoyo a una persona y a una política
Casado al lado de Ayuso en la celebración del 4-M | EFE/David Mudarra

Hace sólo una semana hacíamos aquí mismo un llamamiento a una participación electoral masiva de la Derecha, porque ni estaba seguro el triunfo ni quién podría adjudicarse y, menos aún, rentabilizar la victoria. Las encuestas, en general, vaticinaban una mayoría de PP y Vox, pero un medio rebajado a buzón monclovita daba posibilidades a Cs de formar grupo parlamentario y romper la mayoría PP-Vox. Y el CIS daba empate a escaños, 68-68, con más posibilidades de formar Gobierno de la Izquierda que de la Derecha. Ahora resulta que todo el mundo lo sabía todo, pero hace un sábado, que es cuando escribo para el domingo, nadie sabía nada.

La incógnita inconfesada era si el Gobierno, tras las balas en sobre de Marlaska y de la navajita plateá del loco del Escorial, del número de Iglesias en la SER y de culpar a Vox -como hizo Sánchez en el Congreso- de "ir a provocar" en Vallecas la agresión de los matones contratados por Iglesias que apedrearon a los asistentes y dejaron veinte policías heridos, iba a finalizar su campaña guerracivilista "Democracia o fascismo", con un atentado -mortal o venial, venal- que movilizara a la izquierda para el 4 M. Eso tampoco se sabía ni se decía, pero inquietaba seriamente al PP y a Vox. Y, sobre la política, había una incógnita técnica: la participación en un día laborable y con las medidas de seguridad que imponía el Covid19 y que Madrid reforzó mucho, precisamente para asegurar una gran participación.

Una movilización social sin precedentes

Desde antes de abrir los colegios electorales, se produjo el fenómeno de las colas, que respondían a la petición de la Derecha, pero también a la de la Izquierda, aferrada al mantra de que, a mucho voto, la Derecha pierde. Es algo objetivamente falso en la Comunidad de Madrid, pero instalado en el magín de una casta política acomplejada, más tendente al temor que a la confianza en su base; el eterno problema de la Derecha desde la Transición.

Pero Ayuso no era, por suerte, un político típico de la Derecha, al menos del PP maricomplejines de Rajoy y Casado. Ni en la campaña, ni en su guerra contra Sánchez e Illa tuvo el apoyo del PP nacional, ni de una sola de sus comunidades autónomas, que se escaquearon, como Moreno Bonilla, o directamente apoyaron al Gobierno, como Mañueco y Feijóo.

En la campaña y desde el principio, Casado y García Egea trataron de capitalizar en su favor la posible victoria de Ayuso para tapar la derrota catalana. El torpe fichaje de Toni Cantó fue propio de gañán de feria que pasea mulas que ni siquiera son suyas: quemó a Cantó y enfadó a Ayuso. Y todas las intervenciones de Casado contra Vox cegaban su mayor caudal de afluencia de votos, que era el de votantes o simpatizantes de Abascal, muy dispuestos a premiar su valor y gestión, no a pasarse al PP. Nada de esto les importó al Capitán Trueno y al Teniente Rayo de Génova 13, que hasta en el espectáculo de la victoria parecían el Pequeño Nicolás y Mocito Feliz.

Pero la base social de la derecha en pleno y la izquierda nacional que queda salieron a votar en masa. La Izquierda social-comunista lo presentó como un plebiscito a favor o en contra de Ayuso, que no renegaba de Vox. Así que, o Sánchez e Iglesias vencían o sufrían una derrota descomunal. La participación no dejó de aumentar con respecto a los comicios anteriores en todo el día, y se produjo el fenómeno, que conmovió hasta las lágrimas a la Presidenta de Madrid, de ver a personas enfermas, con movilidad reducida o que andaban curando el covid19, que, a las 8 de la noche, hora oficial de cierre de los colegios, seguían en la cola, ante la promesa de que a nadie dispuesto a votar en esas circunstancias le darían con la urna en las narices.

Nunca ha habido, en circunstancias tan irregulares, un gesto tan claro e inequívoco de apoyo a una persona y a una política, después de dos años de cerco inmisericorde del Gobierno y de injurias personales en todos los medios audiovisuales. Y se produjo el fenómeno de que las encuestas a pie de urna tuvieron que avanzar el resultado a las 8, antes de que cerraran las urnas. David Jiménez Torres, presidente de mesa, comentó en El Mundo que cuando, pasadas las diez de la noche, Ayuso, esposada por Casado, salió a proclamar su victoria, él aún seguía contando votos… para Ayuso.

Como siempre, la derecha social estuvo por encima de la derecha política, aunque, también como siempre, porque una política de derechas no se avergonzaba de su base social, no de partido, sino de valores, y los defendía personal e ideológicamente. Las anécdotas electorales de Ayuso culminaron el 2 de mayo, fiesta de héroes, con el discurso de Nacho Cano y la devolución de la Orden del 2 de mayo. Pero el culto popular a Isabel I de Madrid es el del huérfano que se encuentra con una guapa madre adoptiva.

El descaro de Casado y la esquela de Arrimadas

El PP oficial, que montó a espaldas de Ayuso el escenario de una victoria a la que no aportaron sino obstáculos, hizo rápidamente el balance o relato de lo sucedido en Madrid como el anuncio de que Casado estaba ya a las puertas de la Moncloa. La nota de defenestración de Isabel Bonig del PP de la Comunidad Valenciana, perpetrada al socaire del éxito de Ayuso, habla de "llevar pronto a Casado a Moncloa", sin precisar si es el barrio de Madrid o la Presidencia del Gobierno, aunque se supone que es esta última. El propio Casado, ebrio de vanidad acelerada, ha dicho que el gran éxito de Isabel se debe a que es "puro PP", tan puro que la dejó sola cuando más lo necesitaba, y que una de las razones es la ruptura con Vox en la moción de censura contra Sánchez, que él convirtió en condena a muerte de Abascal. Sentencia estúpida que jamás han respaldado en Andalucía ni en Madrid.

Si algo ha quedado claro en Madrid es que Vox no es Ciudadanos, pese a que, en teoría, para los que no entienden más que transversalidades y fichajes de laboratorio que luego se convierten en chascos a la luz del día, el partido que debería haber sido barrido por la Ciclogénesis Ayuso era el de Monasterio, antes que el de Bal. Todo esto es el caldo de encuestas que acabó con Rivera y llevó a cancelar sus compromisos morales a Casado, sin ver que el mapa de representación de la Derecha no está concluido, aunque lo de Madrid prácticamente ha eliminado a Ciudadanos, la tercera pieza. Ya sólo quedan dos, y más tarde o más temprano, Casado deberá bajarse del burro y pedir perdón a los votantes de Vox y al propio Abascal. Porque, como he escrito aquí mismo desde aquella indignidad parlamentaria, su futuro, si lo tiene, pasa inequívocamente por el entendimiento con Vox.

La parte de principios que tenía Ciudadanos la perdió al largarse su grupo dirigente de Cataluña. La parte de principios que tiene Vox no la ha perdido porque el PP, sobre todo el de Casado y Feijóo, no le deja, al revés. Seguramente la prueba más difícil que tenía Abascal antes de las Generales eran las elecciones de Madrid, porque Ayuso era una gran candidata que, en buena lógica, debía cosechar el agradecimiento de los madrileños, no se sabía cuánto, y que, a diferencia de Casado, nunca ha presumido de "no ser como Vox". Es la misma actitud que el Gobierno de Andalucía, por cierto. Hubo dos memes que explicaban cómo Ayuso era también la candidata de Vox: "Si te gusta Ayuso, vota Vox" y "Si te gusta Abascal, vota Ayuso". Ambos tenían razón. Lo difícil para Monasterio era sobrevivir al huracán.

La solidez de Vox y la tentación del PP

Y lo ha hecho. José María Marco ha explicado muy bien en LD hasta qué punto subir un escaño después de sufrir la violencia y la calumnia más bárbaras desde las que padeció el PP tras el 11M supone un mérito enorme de la candidata, siempre con Abascal al lado. Y demuestra que hay un voto de Vox dispuesto a aliarse al PP contra la izquierda, no a pasarse al PP. No tendrá nunca mejor ocasión de hacerlo que votando a Ayuso. Y no lo hizo.

La solidez del voto de Vox -más notable si se compara con Cs y el PSOE- en el terreno más favorable al deslizamiento hacia el PP deja claro que lo que pueda ganar el PP de Casado saldrá de las ruinas de Cs, no de Vox. Se verá en Andalucía, si la Junta convoca elecciones antes de que cuatro de los diecinueve de Ciudadanos se pasen al PSOE y monten una moción de censura que no evita ni Marín ni nadie. Y se ve en las encuestas, que muestran un crecimiento de Vox paralelo al del PP, tanto en las que ya conocemos de Andalucía como en las primeras conocidas tras el "ayusazo".

Esta consolidación de Vox como socio imprescindible para que el PP pueda crear una alternativa a la Izquierda socialista, comunista y separatista es, precisamente, lo que hace incierto y enigmático el futuro de la derecha, en lo referido al PP. Todo apunta a que Casado, por cálculo y soberbia, no va a restaurar las relaciones con Vox, y jugará a la posible alianza con el PSOE para "rescatarlo" de sus aliados, es decir, que repetirá lo hecho por Arrimadas con el resultado ya conocido. Además de una estupidez, porque eso no le acarreará muchos votos del PSOE ni de Cs que ya no tenga, la jugada favorece mucho a Vox, porque le da hecha la campaña contra la derechita de Casado, más dispuesta a pactar con Sánchez que con Abascal.

Una noche para el recuerdo

No sería grave esta disonancia si no hubiera una docena de escaños que, entre Vox y el PP, pueden quedarse en la Izquierda. Y lo que estamos viendo en Génova 13 y su apropiación indecorosa del triunfo personalísimo de Ayuso es que se han creído su propio cuento de la lechera: que Casado tiene la misma capacidad de captar la simpatía popular, el voto de Vox y del PSOE que Isabel Díaz Ayuso. Gracias a ella, al margen de lo que haga o deshaga la derecha política acomplejada y enigmática, quedará en nuestro recuerdo la jornada gloriosa del triunfo de la Libertad. Fue el 4 de Mayo de 2021. Y fue, naturalmente, en Madrid. Disfrutémosla. No tendremos muchas así.

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