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Federico Jiménez Losantos

El Gobierno planta al Rey en Barcelona

Era el momento de instar a la Fiscalía a actuar contra todos los cargos públicos que pretendieran obstaculizar la presencia del Estado en Cataluña.

Era el momento de instar a la Fiscalía a actuar contra todos los cargos públicos que pretendieran obstaculizar la presencia del Estado en Cataluña.
Rajoy, en Zaragoza. | Tarek/PP

La Generalidad de Cataluña está presidida -155 mediante- por Mariano Rajoy, atareado Presidente del Gobierno de España que la delega en la Vicepresidenta del Gobierno, que dirige con éxito el CNI y la política de comunicación del Gobierno, amén de coordinar el antiguo Consejo de Subsecretarios que prepara semanalmente el Consejo de Ministros, y ha acreditado extraordinaria eficacia en la "política de diálogo" del Gobierno frente al separatismo catalán. Total, sólo ha podido celebrar dos referendos ilegales para la destrucción de España - Rajoy aseguró en ambos casos que jamás se celebrarían y tras celebrarse que no tenían validez legal-, liquidar en dos días de Septiembre la legalidad constitucional, estatutaria, el propio reglamento interno del Parlamento y los derechos de la Oposición. Ah, y proclamar la República y organizar la huida de la Justicia del Presidente.

Era lógico, que tras el éxito del CNI frente a los golpistas, desde las urnas a las papeletas y los Mozos de Escuadra, en los que pese a sus fechorías en el atentado de las Ramblas se siguió confiando, y tras el brillo en el 1 de 0ctubre de la política interior y exterior, de la comunicación y la propaganda, áreas todas en manos de la Vicepresidenta, Rajoy le confiara la Generalidad. Nada merece más crédito que una gestión eficaz, y nada más eficaz que la política sobre Cataluña desarrollada por la Gran Soraya.

Puigneró, empleado de Rajoy, insulta al Rey

El martes 20 de febrero, cinco días antes de la celebración de la cena que la organización del Mobile World Congress ofrece al Rey de España, el Secretario de Estado de Telecomunicaciones de la Generalidad, un tal Jordi Puigneró, dijo que no recibiría al Rey por defender el orden constitucional en su histórico discurso del 3 de Octubre. Lo hizo con la chulería que la impunidad asegurada por Rajoy y/o Soraya han asegurado en estos meses de aplicación exclusivamente electoral del artículo 155 a los golpistas que siguen insultando al pueblo español. Ese del que tan opíparamente viven.

Era el momento de destituir al tal Puigneró e instar a la Fiscalía a actuar contra todos los cargos públicos que pretendieran obstaculizar la presencia del Estado y la acción de Gobierno en Cataluña, sobre todo por la delicadísima situación en que el golpe de Estado ha puesto a la economía catalana, que tras la huida de miles de empresas teme, con fundada razón, que el MWC anuncie también que se marcha de Barcelona. De hecho, la presencia del Rey se ha debido exclusivamente a la angustiada petición de sectores económicos que ven en la presencia del Jefe del Estado el símbolo último de una legalidad que pudiera tranquilizar a los gestores del MWC.

Pues bien, ni el martes, ni el miércoles, ni el jueves, ni el viernes quiso destituir Rajoy a Puigneró y escarmentar a todo funcionario que no cumpla su obligación a satisfacción de su Gobierno de su Generalidad. Y como no lo hizo, porque la mezcla de rencor, celos y vergüenza que marca la relación del Presidente del Gobierno con el Rey se manifiesta en esos términos de mezquindad, ayer sábado la alcaldesa de Barcelona y otros cargos de la Generalidad se manifestaron en los mismos términos contra la presencia del Rey, que es la de España, en el intento de salvar el MWC. Se recoge lo que se siembra. Rajoy siembra impunidad y cosecha desplantes. Pero el que planta al Rey, en última instancia, es el que permite que lo planten sus empleados, o sea, el Presidente del Gobierno y de la Generalidad: Mariano Rajoy

El ministro de Justicia, con el Golpe y contra los jueces

La política del Gobierno es la de favorecer como sea y cuanto antes que el Parlamento de Cataluña vote a cualquier golpista como Presidente de la Generalidad, para lavarse las manos de toda responsabilidad y abandonar el famoso e inédito 155 a las hemerotecas, los historiadores y las termitas.

Anteayer viernes, dijo Rajoy que "una sola persona", en referencia al prófugo Puigdemont, "no puede ser un obstáculo para siete millones de personas", como si los siete millones de habitantes de Cataluña fueran uno solo, desearan lo mismo y quisieran que su futuro dependiera del prófugo, no de la actuación decidida del Gobierno de España y de la Generalidad, ambos presididos por Rajoy, para imponer lo que la Ley y toda la fuerza que la respalda, que es la del Estado y la Nación españoles, deban decidir.

¿Decidir, he dicho? Lo único que ha decidido Rajoy es no decidir absolutamente nada, sobre todo nada en contra del golpe, a ver si de una vez se ponen de acuerdo los golpistas, forman otro Gobierno golpista y vuelven a dar otro golpe, que será el mismo pero que no le tocará a él. O sí, o a saber, o ya veremos. "Aquí -dijo ayer- sobran comentaristas políticos". ¡Por lo visto, aún no hay bastantes papagayos del Gobierno y de Podemos!

Y esa predisposición de Rajoy a la actividad inactiva, ese empeño en boicotear toda forma de dignidad institucional, la ejemplificó el Ministro de Justicia (antes, de Codere) Rafael Catalá, que en un acto de los abogados de Cataluña, cuando Torrent, Presidente del Parlamento regional, habló de "presos políticos", se negó a abandonar la sala como hicieron indignados los jueces y muchos de los presentes. La excusa del sedente Catalá fue que no quería faltar al respeto a los abogados convocantes. Cosa que por lo visto no hizo Torrent pero sí los jueces que abandonaron la sala porque no admiten que trabajan para una dictadura, la española, con presos políticos.

Mariano piensa en el banquillo; Soraya, también

Esa mezcla de cobardía y parálisis, de aturdimiento y necedad, es la que viene marcando la acción de Gobierno en los últimos meses. Y no tiene aspecto de remitir, sino todo lo contrario. Al parecer, la única preocupación de Rajoy es que Rivera no le gane las elecciones el año que viene. Eso, al parecer. En realidad, la estrategia del Estafermo de la Moncloa es tan sólo un intento de salvación personal, a costa del Gobierno, para evitar acabar en el banquillo por los casos de corrupción del PP que puedan alcanzarle.

La alternativa a este tembleque ayuno de alternativa la ha puesto en marcha Soraya, que a través del alter ego de Cebrián, Baltasar Garzón, ha pasado a coordinar la estrategia de los imputados del PP. Como descubrió Luis Herrero y comentamos en Libertad Digital -en muy pocos medios más-, la táctica de asumir personalmente el marrón y exculpar a los de arriba se ha trocado en culpar a los de arriba para exculparse del marrón. Ese cambio se verá en el gran guiñol del Congreso que arrejuntará a Cifuentes, Aguirre, González y Granados, cuatro personajes con una sola cosa en común, que no es el PP de Madrid: todos estaban bajo las órdenes de Rajoy. Pero él es el Gran Sorayo, el responsable de que el juicio a la corrupción en el PP, en medio de filtraciones ashishinas por falta de un heredero, no acabe de terminar.

Mientras tanto, el Golpe de Estado en Cataluña ha vuelto a empezar.

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