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Federico Jiménez Losantos

El "Viernes Negro" del sindicalismo español

Si el capitalismo arrastra sobre sus espaldas el "Jueves Negro" de Wall Street que precipitó el "Crack" de 1929, este 2 de marzo de 2001 podría pasar a nuestra modesta historia como el "Viernes Negro" del sindicalismo español. Es casi imposible que en un sólo día puedan sumarse tal cantidad y, si así puede decirse, calidad de catástrofes materiales y morales sobre una sola espalda. Es prácticamente imposible que el sindicalismo pueda superarlas sin graves desperfectos de fondo y sin dejarse, en el terreno de las formas, muchos pelos en la gatera. Algunos incluso hablan ya del ocaso sindical. Oscuridad funeral, a nuestro juicio, prematura. Pero sólo porque nadie tiene especial interés en liquidar a los sindicatos. De otro modo, correría serio peligro su supervivencia.

En el fondo, el sindicalismo español arrastra dos pecados originales que exhibe como si fueran dos méritos: su consolidación organizativa junto a los partidos políticos en la Transición y el éxito de la primera Huelga General contra el PSOE. Pero lo primero se alcanzó en complicidad directa con el Gobierno y, en el caso de UGT, con la Patronal. Y lo segundo fue un malentendido, porque hasta la derecha conservadora y cavernaria, léase CEOE, se disfrazó de sindicalista por un día simplemente para fastidiar a Felipe González. De ahí a que los sindicatos sean verdaderos representantes de los trabajadores y cauces naturales de la inquietud social va un abismo, al que ellos mismos se han precipitado, por soberbia. Sus últimas huelgas generales han fracasado estrepitosamente y fue el Gobierno del PP, por su debilidad en 1996, el que les dio nueva vida con la reforma laboral de 1997, de excelentes resultados, que han debido olvidar.

Podían haber aprovechado este tiempo de bonanza para redefinir su tamaño, sentido y objetivos. No lo han hecho. Un Méndez venido a más, politizado protector del zapaterismo naciente, ha jugado a crearle conflictos al Gobierno sin darse cuenta de que se los creaba él. Y un Fidalgo cuya estatura física es inversamente proporcional a la política, muy lejos del liderazgo de Antonio Gutiérrez, se ha dejado arrastrar por un frentismo que nunca le ha convenido a CCOO. Y ahora, menos. Necesitaban, ellos más que nadie un acuerdo. Ahora, si lo consiguen, tendrá que ser de rebajas y de misericordia. ¡Para echar pulsos callejeros después!

En cuanto a la voracidad con que se han aprovechado de los funcionarios, sacándoles el dinero de los recursos tras la disparatada sentencia de la Audiencia sobre la congelación salarial del 97, no vamos a repetir lo que entonces dijimos. Pero sí que, en el fondo, retrata la condición lampante y mendicante del sindicalismo "profesional", que vive de cualquier cosa excepto de las cuotas de su afiliados. Han querido afiliar de golpe y por la fuerza a dos millones de funcionarios. Pueden acabar pidiendo créditos blandos para su cara dura, para remediar el previsible vacío de caja con que se encontrarán los que pidan que les devuelvan el dinero. No habrá devolución. Tampoco volverá la confianza en el sindicalismo. Murió con el siglo y la enterraron los propios finados un 2 de Marzo de 2001. Viernes y negro.

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