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Federico Jiménez Losantos

El 'acusado protegido' Correa y 'El Jabato Anticorrupción' Rajoy

La Sala que juzgaba al cabecilla de la trama Gurtel parecía un espectáculo en el que los ciudadanos éramos payasos mudos y el circo, el Gran Palacio del Timo.

La Sala que juzgaba al cabecilla de la trama Gurtel parecía un espectáculo en el que los ciudadanos éramos payasos mudos y el circo, el Gran Palacio del Timo.
Mariano Rajoy | EFE

Desde el juicio del 11M, no nos ofrecía la Administración de Justicia un espectáculo tan obsceno como el del pasado 13 de octubre. Un acusado, llámese Correa o Cinturón, puede mentir bajo juramento, es su derecho, pero, de no mediar la experiencia de 2007, cuando el fiscal Zaragoza sustituyó a su subordinada Olga Sánchez "Valeyá" en la tarea más sucia de encubrimiento de la mayor masacre de la historia de España, daríamos por hecho que el Ministerio Público, en forma de fiscal, fiscala o fiscalo, jamás dejaría a un acusado como Correa carcajearse de la Ley. Y vaya si le dejó.

Insistamos, porque, si nos acostumbramos a todo, de todo nos harán: en cualquier país -incluso en el nuestro, pese al 11M y a la protección de la Banda de los Pujol por la Fiscalía General del Estado-, los que cobran para que la Ley se aplique de la forma más severa y favorable a la comunidad deben evitar que el huésped del banquillo se convierta en una especie de acusado protegido al que se protege de lo que se le debería acusar. Y sea por torpeza, en la que pocos creen, sea por órdenes, como creen casi todos, la Sala que juzgaba al cabecilla –que no cabeza- de la trama Gurtel parecía un espectáculo en el que los ciudadanos éramos payasos mudos, los payasos, domadores sin leones y el circo, algo así como el Gran Palacio del Timo.

Porque como en el 11M, el número de Correa vino precedido de una campaña mediática que persuadió a todo el mundo de que, gracias a una astuta estrategia fiscal, el atildado charlatán iba a "tirar de la manta". O sea, que iba a revelar datos que inculparían a Rajoy y a toda la cúpula del PP como responsables de la trama delictiva que se juzga. Me extrañó que La Sexta no avisara de que un comisionista suicida del PP, con tres capas de billetes, iba a dinamitar los siete pisos de Génova 13. Pero cuando vi que Cristina Pardo sustituía a García Ferreras al frente del Parte Rojo Vivo, supuse que el inventor de los islamistas del 11M no quería aparecer de nuevo como el mayor embaucador de la historia audiovisual de España.

De todas formas, el guión estaba claro en el rótulo que aparecía bajo las infinitas y carísimas conexiones que Atresmedia / La Sexta dedica, con no poco fruto, a subvertir el orden constitucional: "Correa tira de la manta". Pero ¿de qué manta tiraba Correa? ¿Y en qué dirección?

Si no estuvieran acostumbrados a creerse sus propias trolas, los sextívoros se habrían dado cuenta desde el principio que Correa tiraba de la manta para tapar al PP en general y a Rajoy en particular, pero muy, muy en particular. Tan en particular, que llegó a decir que al llegar Rajoy a la Presidencia del PP, su banda tuvo que dejar Madrid e irse a Valencia a sembrar cohechos y atenciones para cosechar prevaricaciones y adjudicaciones. ¡A Valencia, donde reinaban Rita y Camps, los mejores aliados de Rajoy! ¡A Valencia, donde Rajoy le decía a Ruz "te quiero un huevo, tío"! ¡A Valencia, capital de Bulgaria, donde Rajoy reinventó un PP anti-Aznar! ¡Así que para huir de Mariano, El Jabato Anticorrupción, Correa tuvo que irse a Valencia! ¡Claro! ¡Y para huir del frío, al Polo! ¡Y para evitar el calor, al Ecuador!

El tío que vivía en Génova y nadie lo veía

Como en el juicio del 11M, la batahola preparatoria de las grandes revelaciones sobre la culpabilidad del PP estaban tan descontadas que al decir Correa que "pasaba más tiempo en Génova que en su casa", todos dijeron: ¡ajá! Pero era ajó. Porque este tío que vivía en Génova dedicado al delito era totalmente invisible. Mejor: todos creían que era el Padre Ángel. Aznar no sabía nada de sus fechorías. Su yerno Agag lo saludaba porque es un tío muy simpático y una vez lo llamó y subió a su yate con López Viejo. Los Secretarios Generales del PP, sobre todo Cascos, el llamado "General Secretario" eran estrictísimos. Vamos, que no toleraban una irregularidad. Él pasaba sus cohechos, sobres, dádivas y atenciones a Bárcenas, Tesorero Segundo al que Rajoy, llegado a la Presidencia, ascendió a Primero. Pero, ojo, Mariano es en verano El Jabato y en invierno, el Capitán Trueno en lucha permanente, insomne, incansable, ferocísimo contra la corrupción.

"¿Y cómo" -habría preguntado cualquier fiscal de cualquier otro país- "es posible que usted, con el tesorero del PP, se dedicara a corromper políticos en la propia sede del partido para que éstos concedieran obras ilegalmente, sin que ni Presidentes, ni Secretarios Generales, ni nadie, absolutamente nadie, se diera cuenta? ¿A quién quiere encubrir usted?"

Yo creo que si una de esas fiscales listísimas que iban a poner contra las cuerdas a Correa le hace esa pregunta, el tío sobrado va y le contesta:

- Pues a Rajoy, señora fiscal. ¿A quién quiere usted que encubra?A ver, ¿quién me puede garantizar que usted no me pinche, que el juez no me queme, que conserve lo robado en el extranjero y en pocos años esté libre? ¿Cómo ascienden muchos fiscales, todos honrados, al Supremo? ¿Cómo se promocionan jueces, todos honradísimos, para el CGPJ, los Tribunales Superiores Autonómicos, el Tribunal Supremo y hasta el Constitucional? ¿Delatando al Gobierno o ayudándole? ¿Persiguiendo la financiación ilegal de los partidos o quitándole importancia? ¿Ha oído usted rumores de que asciendan a la Juez Alaya? ¿No, verdad? ¿Sabe cómo llegó al Supremo su colega Olga Sánchez, mal llamada Valeyá? Por sus méritos, evidentemente. Pues yo quiero hacer los mismos méritos. Y ya que no me dejan pasar por bueno, seguir siendo rico. ¿Me he explicado bien, señora fiscal, señorías?

-Muy bien, señor Correa, muy bien. Se suspende la sesión hasta la formación de Gobierno… digo, hasta la tarde. ¡En qué estaría pensando!

La noche en que Correa vio la luz

Con lo que contó Correa sobre la existencia en la sede del PP de una oficina delictiva en la que participaba Bárcenas, 28 años tesorero del PP, cualquier fiscal, cualquier juez, cualquier medio de comunicación hubiera puesto el grito en le cielo. Pero, como en el juicio del 11M, la información estaba ya tan mediatizada, bastardeada, manoseada y escuchimizada que ni siquiera ha suscitado atención, molestia o indignación. Muchos no vieron o no quisieron ver el juego de Correa, pero quedó clarísimo cuando al día siguiente dijo, con cuajo de picador, que había pasado la noche sin dormir porque se le había olvidado decirle al juez que Agag le pidió, por orden de Aznar, que colocara a Antonio Cámara, y que era con éste con el que no tenía química el vicepresidente Rajoy, el Jabato Anticorrupción. Y nadie, ni fiscal ni juez, le preguntó cuánto tiempo trabajó con él. Y por qué se fue.

Hubiera estado bien, pero en este caso todo está horrorosamente mal. Resulta que Cámara, un discreto del estilo de Jaime Alfonsín, a los cuatro meses de trato con Correa se peleó públicamente con él por las chapuzas que veía y se largó. Tal vez por los cuatro coches que a los Sepúlveda-Mato, íntimos pero lo que se dice íntimos de los Rajoy, les regaló Correa. Y nadie preguntó. Y Rajoy no sabía. Y Correa negociaba con Fomento pero el ministro Cascos, cuyas iniciales FAC aparecen en los papeles de Gurtel, nada sabía. ¡Cómo iba a saber, si como secretario general era estrictísimo!

Un fiscal de los de la tele, de esos americanos que se presentan a las elecciones, le hubiera preguntado a Correa el segundo día, el del desvelo:

-¿Y con quién ha hablado usted para acordarse hoy de que ayer se le olvidó inculpar a Aznar, porque su yerno le recomendó a un señor, que no se llevaba bien con Rajoy, el enemigo de la corrupción en el PP? ¿No habrá recibido usted el mensaje "Correa, sé fuerte"? Porque parece que, en plena noche, usted ha visto la luz.

-Y usted también la verá, señor fiscal. En poco tiempo, el que tarde en salir la sentencia, la verá. ¡Y suerte en su carrera. Le va a hacer falta!

En el siglo XVII, Francisco de Quevedo escribió un soneto titulado A un juez mercadería con un terceto que parece redactado anteanteayer:

No sabes escuchar ruegos baratos,
y sólo quien te da te quita dudas;
no te gobiernan textos, sino tratos.

Nunca le hubieran dado el Premio Nobel.

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