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Federico Jiménez Losantos

Emilio Ybarra y sus muchos amigos

Aunque “El Mundo” haya apuntado directamente a Emilio Ybarra como la cabeza del monumental escándalo de las cuentas secretas del BBV, está claro que su patricia testa se situaba sobre un cuerpo robusto, sólido y ágil cuyos miembros comparten responsabilidad o asumen directamente una corresponsabilidad evidente en muchos de los delitos perpetrados y confesados por su Presidente. Y en otros que ha perpetrado pero que no ha confesado, como las famosas 22 cuentas abiertas disfrazadas de fondos de pensiones y creadas según Ybarra para evitar una OPA hostil de Bancomer. Je, je y je.

Pero si dentro del Banco están callando muchos de los que debían hablar –siquiera por todo lo que Ybarra ha contado y que les implica directamente– otros desde fuera del Banco se muestran elocuentísimos en la defensa de Ybarra. No de forma directa, porque está claro que no encuentran cómo, pero sí de forma indirecta, propiciando la politización del caso y cultivando la intoxicación informativa, como ha intentado Polanco al publicar a toda página que el Gobierno sabía lo que según el Gobierno y el propio Ybarra no sabía. Se trata de hacer mucho ruido y levantar mucho polvo, a ver si así se gana tiempo, se pierde de vista el delito y se borra el perfil de los delincuentes.

Pero los amigos de Emilio Ybarra no se encuentran sólo en los medios de comunicación, aunque sea en ellos donde más destacan. Los hay en el mundo de la empresa privada o privatizada –ahí están todos esos apellidos flamígeros y rimbombantes del mundo financiero español, agraciados con la lotería de sus “pensiones negras”– y los hay en el mundo de la política. Por supuesto, en el vasto y profundo del felipismo, pero también en diversos escalones de la pirámide gubernamental. Si otro secretario de Estado de Hacienda debe dimitir por un caso de corrupción, habrá que empezar a pensar que la corrupción la produce el cargo. Pero lo más peligroso, como siempre en España desde que González le impuso su sello, está en los tribunales.

Ese empeño de entregarle a Garzón el caso de las cuentas secretas con la excusa de que ya lleva el caso de Privanza BBV mostraría una voluntad de llegar hasta el fondo del asunto si el megajuez no tuviera archidemostrado que con él hay sumarios que van, sumarios que vuelven y sumarios que ni vienen ni van, que se extravían y naufragan en la indolencia instructora o en una técnica defectuosa que, sin embargo, resulta certeramente errada. Muchos, muchos son los amigos de Ybarra y todos tienen peligro. Pero a polancos y felipes los sobrellevamos; a ratos y pongas los soportaremos; de villarejos, bacigalupos y garzones... líbranos, Señor.

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