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Federico Jiménez Losantos

La estrategia para demoler al PP ha fracasado

Si la fuerza del sectarismo y la lógica de la propaganda no tuvieran la fuerza que tienen en la Izquierda y en el Gobierno –cualquier Gobierno, del signo que sea–, deberíamos estar viendo ya una rectificación de la estrategia socialista, que desde el día 14 de Marzo, se resume en un solo propósito: triturar al PP. Zapatero no ha buscado asentar su proyecto o, simplemente, tenerlo, sino destruir la organización representativa de la derecha española aprovechando su aplastante mayoría mediática y lo que creían iba a ser una desbandada de la base electoral sin Aznar y sin Poder.
 
No era una reflexión de la Izquierda nacida sólo de sus ganas de disfrutar del Poder sin límites de tiempo ni obstáculos de la Oposición, como en sus felices años 80 de mayorías absolutas encadenadas. Ese análisis lo hacía también –aunque por vía de temor y no de esperanza– buena parte de la dirección del PP, que comparte con la Izquierda el desconocimiento y el desprecio hacia la derecha sociológica, pese a sus continuas pruebas de fidelidad a unos principios y a unas ideas que se supone deberían mover a sus representantes. Ahí están los números: casi diez millones de votos cuando aún humeaban los trenes calcinados de Madrid y prácticamente un empate con el PSOE a los tres meses de su llegada al Poder y cuando todos pensaban en la desbandada total.
 
Pero además de reconfortarnos por la berroqueña fortaleza de la derecha social y por el impulso moral y político que eso supone para la labor de Oposición del PP, los resultados de las elecciones europeas demuestran que el PSOE tendría que reconvertir su estrategia si es que piensa hacer algo más que ponerse detrás de la pancarta contra la guerra de Irak, ahora en coche oficial, con la escolta y la orquesta de RTVE. Por el súbito empeño en demostrar que las relaciones con los USA se han normalizado (aunque nada más falso), parece claro que ZP entiende necesario un punto de inflexión en su política nacional, que en el fondo sigue siendo la misma que en sus años de oposición: todos contra el PP.
 
En rigor, la precariedad que supone depender de comunistas y separatistas catalanes para mantenerse en el Gobierno, más la propia debilidad en que lo coloca esa alianza frente a Maragall, deberían llevar al Presidente del Gobierno a una fórmula de entendimiento real con el PP para las grandes cuestiones nacionales. El desafío de Ibarreche en los próximos meses debería colocar a Zapatero más cerca de un gobierno de coalición o de un acuerdo parlamentario estable con el PP que de una radicalización en su alianza con los partidos anti-sistema, que siempre es la gran tentación del PSOE. Afortunadamente para España, hay una diferencia con respecto a los tiempos de González: entonces tenían tantos diputados que podían fundar un régimen sobre un gobierno seguro; ahora, lo menos seguro es el Gobierno. ¡Como para fundar un régimen!
 
La estrategia de demolición del PP ha fracasado. ¿Tiene otra la Izquierda?

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