Menú
Federico Jiménez Losantos

La humillación de la Nación y las urnas de la salvación

Un proceso revolucionario es, por su propia naturaleza, incontrolable. Y que nadie dude de que a eso vamos de cabeza.

Nunca en la moderna Historia de España, ni siquiera en el Golpe del 23F, fue tan humillada la nación española como en esta semana de vísperas electorales. Nunca la sede de la soberanía nacional fue tan miserablemente traicionada como como en estos aciagos días del 20 al 24 de mayo. Dice Cayetana Álvarez de Toledo que lo ocurrido ha sido tan grave que aún no nos hemos dado cuenta del todo de la enormidad que presenciamos. Y si una ciudadanía que ve cómo su propia condición se ve menoscabada, disminuida y ridiculizada por una pandilla de maleantes no es capaz de reaccionar hoy, la última ocasión de hacerlo, merecerá todo lo que le pase, que sin duda será gravísimo, y además a muy corto plazo.

Los tontos que no votarán pero creen que se salvarán

Si tras ver al cabecilla político del Golpe de Estado en Cataluña pasar por el escaño del presidente del Gobierno en funciones, decirle de forma admonitoria "Tenemos que hablar" y responder Sánchez "No te preocupes" alguien cree que no tiene que preocuparse, estamos rodeados de imbéciles.

Si tras ver a la presidenta del Congreso Prevaritxell (antes Meritxell) Batet, prevaricando desvergonzadamente durante cuatro días, negándose a suspender a los diputados golpistas que están en la cárcel y en el banquillo del Supremo, como mandan con toda claridad la Ley de Enjuiciamiento Criminal y el Reglamento de las Cortes, cree que la sede de la Soberanía Nacional lo será en esta legislatura o es muy estúpido o es muy cobarde.

Si tras ver al presidente del Senado, Quecruz, decir en El País que una absolución de los golpistas podría ser el comienzo del arreglo de todo (por más que hayan tratado de cambiarlo, esa es la esencia de lo que dijo), alguien imagina que los golpistas instalados en el Gobierno y en las Cortes van a respetar a la Justicia y la sentencia del 1-O, o es tonto o se lo hace.

Y si hay alguien al que no se le oculta la gravedad de lo vivido, que es la traición a España de más de la mitad de los que deberían representarla, pero este domingo se queda en casa y en vez de votar dice esa popularísima sandez de "que disfruten lo votado", como si a él no fuera a alcanzarle la misma ruina que a los demás españoles, la nación está para que la entierren. Que es exactamente el propósito de los que han perpetrado su humillación, el viacrucis político de la desventurada España, antesala de su crucifixión.

El agasajo a los golpistas de Mari-Ana Pastor

No ha sido sólo el bloque social-comunista-separatista el que se ha significado por su desprecio al pueblo español que les paga el sueldo, a la nación española que deberían representar y a los ciudadanos españoles cuya sensibilidad les trae al pairo y para los que sólo tienen un proyecto: el lavado de cerebro de "diez o quince años" anunciado por el viscoso Iceta, el ideólogo del Golpe de Estado con anestesia en que se basa la estrategia socialista del PSC, que ha devorado del todo al PSOE. Más indignante, por innecesario, fue el desayuno con que la vicepresidenta de Prevaritxell, Mari-Ana Pastor, agasajó a los golpistas presos al llegar al Congreso de los Diputados para humillar con su mera presencia a la nación.

Lo trágico para el PP y para cuantos creen que Pablo Casado debería encabezar la alternativa de derechas al Frente Popular Golpista es que lo que la fiel escudera de Rajoy demostró con el homenaje a los que pretenden acabar con España y su régimen constitucional es la voluntad del rajoyismo de colaborar mediante su estrategia de apaciguamiento a cloroformizar a la sociedad española para que vaya haciéndose a la idea de que el proyecto de desmantelar España, pero a plazos, es no sólo inevitable sino compartible. Vamos, que a lo que aspira ese búnker del PP, derrotado pero no enterrado, es a que su partido se pase al bloque anticonstitucional sociata y comparta la dirección para evitar la confrontación directa entre partidos de Izquierda y Derecha, nacionales y antinacionales, con la Constitución o contra ella.

Al final, para impedir la acción popular, así como la institucional de la Corona y del Ejército, cuya función constitucional es la de mantener la integridad nacional, un PP sumiso a la Izquierda co-gestionaría en nombre de la paz civil la liquidación del régimen del 78 en favor del golpismo catalán, mediante el diálogo que ya protagonizó, con Soraya al frente, en sus seis años perdidos. Esto no es maledicencia ni adivinación. Responde a la pura lógica política. Las magdalenas de Mari-Ana Pastor son como las de Carmena: incomestibles, pero eficazmente publicitarias, nos venden como sólo veniales pecados requetemortales, disimulan su veneno con azúcar glas.

El futuro del PP se juega hoy

La suerte de Casado, cuya cabeza buscan los arteros resucitadores del término "moderación" como solución para los problemas del PP —como si uno pudiera curarse moderadamente, o estar moderadamente muerto— y la del PP va a depender de lo que pase hoy en Madrid. Como demostró el lunes con su silencio ante la formidable intervención de Rivera, Casado no se ha recuperado del golpe de las generales, más que previsible, pero ante el que se refugió en la ensoñación estadística y entre los cuates cercanos. Si se rinde, como Rajoy ante Zapatero en 2008 tras perder las elecciones, el PP será cómplice y no obstáculo infranqueable en el cambio de régimen.

Hay quien cree, jugando a componedor de un centro-izquierda que respete la Constitución, que el proceso será largo y que "tenemos muchos años de Sánchez por delante". Error absoluto, que la humillante semana pasada ha demostrado con creces. Un proceso revolucionario no es como una recesión económica, y, además a lomos de una recesión económica, vamos a entrar en ese proceso revolucionario que pasa necesariamente por el pacto de las Izquierdas con el golpismo y el comienzo de una supuesta reforma de la Constitución que, en rigor, sólo puede ser de su liquidación.

Los que piensan en cuatro, ocho o doce años de Sánchez en el Poder se olvidan de que este PSOE no es el de González, ni puede reinar al modo del PRI sino del gorilato venezolano, dentro de un plan de golpe de Estado a plazos, que alternará fases de aceleración y de estiaje, de diálogo con la Oposición y de campañas de asesinato civil de sus líderes políticos. En La Vanguardia, Juliana ya ha empezado a alabar a Casado frente a Rivera. Va a ser la tónica desde ahora. Y es lo que pasó con Rajoy en 2008, cuando rompió públicamente con los medios que habíamos apoyado al PP en los dos años atroces —y heroicos— tras el 11-M, y decidió "huir de la crispación" como un Gallardón cualquiera y esperar el fallo del contrario, que gracias a la crisis económica, se produjo tres años después.

El voto ante el abismo

La situación ahora es muy distinta, y lo será mucho más a partir del invierno. Con Podemos dentro del Gobierno y con el golpismo blando del PSC al frente de las Cortes, la crisis en todos los ámbitos —políticos, económicos y mediáticos— será aceleradamente convulsa, imprevisiblemente rápida. Un proceso revolucionario es, por su propia naturaleza, incontrolable. Y que nadie dude de que a eso vamos de cabeza. Podremos combatirlo con ciertas perspectivas de éxito si esta madrugada, tras contarse los votos de Madrid, hay lugar para la esperanza y la resistencia. Si no, entraremos en una crisis de una magnitud aterradora y con una perspectiva impredecible.

El que se quede hoy en casa sin votar, cumplirá la profecía de Lenin: "Estos tontos burgueses rusos nos van a vender la soga para ahorcarlos".

Y los ahorcó.

Temas

En España