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Hace unos meses publiqué en estas páginas una serie de siete artículos titulada El Real Madrid y la globalización del fútbol, recogida como ensayo en el penúltimo número de La Ilustración Liberal. En ella trataba de explicar y de explicarme el extraordinario fenómeno mediático del Madrid de Florentino Pérez, algo nunca visto a nivel mundial, que reeditaba con paralelismos sorprendentes la gran revolución también globalizadora y con un sentido genuinamente liberal y en clave de libre mercado que cincuenta años antes, justo los que nos separan de la presentación de Di Stéfano con el River Plate en Chamartín, acometió el gran Santiago Bernabéu. Pues bien, ahora que muchos dan por finiquitado el proyecto “galáctico” de Florentino, ahora que tantos se burlan del presidente, del club y del equipo que hasta hace dos meses respetaban, temían y, por ende, aborrecían, tal vez convenga hacer una reflexión sobre lo que, a mi juicio, ha fallado en este Madrid y lo que no ha fallado en absoluto, sobre lo que debería cambiar y sobre lo que en absoluto debe cambiarse, si no se quiere arruinar el proyecto futbolístico más brillante que, hoy por hoy, existe en el mundo.
 
Por ir al grano, lo que ha fallado estrepitosamente no es la política de “Zidanes y Pavones”, de reunir grandes estrellas mundiales y jóvenes de la cantera, sino algo que conceptualmente es anterior y que debería haber disuadido a Florentino de aceptar el invento de Valdano. La formulita le habrá venido bien para cuadrar los presupuestos –recalificaciones urbanísticas mediante- en los años de construcción de este nuevo Real Madrid, pero no se puede hacer de un recurso dialéctico temporal una fórmula empresarial fija, porque supondría abonarse a la ruina. El fallo esencial es que si haces un equipo realmente sin fronteras, global o mundial, espejo de lo mejor que se produce en todo el mundo futbolísticamente hablando, no puedes luego hacer una política de cantera típicamente localista. No se puede ser librecambista para los “cracks” y proteccionista para el resto del equipo, porque el resultado, a fuer de contradictorio, acaba siendo catastrófico. Si el Real Madrid es el equipo de todo el mundo (y ha conseguido serlo en estos cuatro extraordinarios años), su cantera ha de ser también la del mundo entero. La propia del Madrid, naturalmente, en primer lugar, pero sin confundirse: ¿cuántos jugadores españoles figurarían en una alineación de los once mejores del mundo? ¿Dos, tres? Ya serían bastantes. Y si eso es lo que da toda España, y no es poco, ¿cabe pensar que sólo la cantera madridista proporcione cinco titulares y ocho suplentes a un club que aspira a tener y de hecho tiene los mejores jugadores del mundo?
 
Evidentemente, no. Existe el efecto ilusorio de la Quinta del Buitre, con cuatro estrellas madridistas para una década que al final se quedaron en tres: Butragueño, Michel y Sanchís. Pero si de aquel Castilla o Madrid B que jugó la final de la Copa contra el Real Madrid –nada comparable al Madrid B de ahora, que no es capaz de ascender a Segunda A- ni siquiera pudo sobrevivir al Bernabéu Martín Vázquez, ¿cómo van a sobrevivir los Mejía. Rubén Bravo, Juanfran, Borja, Núñez y Portillo? La cantera madridista sólo ha producido en los últimos años una estrella de nivel mundial, es decir, digna del equipo de Florentino, que es Casillas. Y una estrella fugaz o parpadeante, una estrellita para el banquillo, que es Guti. Porque no conviene olvidar que Raúl viene de la cantera del Atlético. Eso es lo que da de sí y lo que razonablemente puede dar la cantera. Nada más.
 
Casillas es, pues, la excepción. Rubén, la regla. Y es y será siempre más fácil encontrar en la cantera del Bernabéu un entrenador solvente que un defensa central con garantías. Pero el caso de la defensa y de la indefensión del Madrid merece capítulo aparte, porque también es, sobre todo, un problema conceptual. Lo abordaremos mañana.

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