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Esta semana se anuncia poco apacible para los grandes valores españoles, generalmente comprometidos por sus inversiones iberoamericanas. Si Argentina fue como una gripe asiática para Telefónica, los bancos y Repsol, ahora Brasil amenaza con provocar una pulmonía generalizada. Bien es cierto que si en Argentina se tomaron medidas y se hicieron provisiones al hilo de unos acontecimientos cuya gravedad sorprendió a demasiados, en el caso brasileño la posible victoria del izquierdista Lula no puede coger por sorpresa a nadie. ¿Por qué entonces, estas caídas y este nerviosismo en la Bolsa? Probablemente porque llueve sobre mojado y así está el parqué de resbaladizo.

En general, las grandes empresas españolas están baratísimas. Lo racional –si eso existe del todo alguna vez en Economía– sería comprar y no vender. Pero las incertidumbres sobre la economía americana, la pésima impresión acerca de la política económica de Alemania y Francia, así como el conflicto iraquí, cuya sombra afecta al mercado del crudo, son tres datos que invitan a la desconfianza o, cuando menos, a la cautela. No es nuestra misión invitar a comprar o vender valores. Sí lo es recordar que con una política económica ortodoxa y con una economía real que funcione, de las crisis se sale antes y mientras duran se sufre menos. A ver si se entera el PSOE, si es que no está brindando por la victoria de Lula. Todo es posible.