Menú
Federico Jiménez Losantos

Los generales de Rajoy, entre la logia Lautaro y el Salón Kitty

Si hubiera algún partido con representación en las Cortes que no participase en el sarao golpista del Kitty, debería pedir explicaciones a Rajoy.

Si hubiera algún partido con representación en las Cortes que no participase en el sarao golpista del Kitty, debería pedir explicaciones a Rajoy.

Ni siquiera en el 23F existe un caso de tan desvergonzada colusión político-militar como el protagonizado por dos generales -Álvarez-Espejo; del Ejército; Gozalo, de la Guardia Civil- que, para mejor identificación con los funcionarios del Estado dispuestos a traicionar sus más sagrados juramentos y rendirse ante el separatismo catalán, iban acompañados por el Fiscal Superior de Cataluña, Romero de Tejada, fervoroso partidario de la impunidad legal de Artur Mas tras el referéndum separatista ilegal del 9 de Noviembre, hasta el extremo de engañar primero y enfrentarse después con el entonces Fiscal Superior del Estado, Torres Dulce.

El general Ricardo Álvarez-Espejo lo ha sido todo hasta hoy en el Ejército de Tierra, desde máximo responsable en Afganistán, hasta General Inspector y responsable máximo de la región militar catalana. El síndrome de Estocolmo o el de estrés postraumático que suele aquejar a militares y civiles que afrontan misiones de alto riesgo no le afectó en la lucha contra los talibanes afganos, pero sí al establecer contacto con los separatistas catalanes ("ya casi puedo seguir una conversación en catalán", declaró en La Vanguardia, tras pocos meses de "inmersión") entre cuyos "talibanes" ocupa un lugar destacadísimo Felip Puig, ex-consejero de Justicia de la Generalidad, y sin duda merece figurar Sergi Loughney, socio de Jordi Pujol Ferrusola y jefe de protocolo de su padre, el convicto Pujol Soley.

Un caso de alta traición

Fue éste, quien, de acuerdo con Puig, cerró para los generales y el fiscal el Pub Kitty, de su propiedad, convertido en una mezcla de logia masónica y club de alterne al que fueron invitados diversos representantes políticos, no se sabe si para espiar o ser espiados, para recibir o para dar órdenes, pero en todo caso para hablar con dos generales y un fiscal que representan la Ley y el Ejército sobre la independencia de Cataluña, es decir, sobre la destrucción del orden constitucional y la eventual traición de unos funcionarios del máximo nivel a la nación que un día juraron servir.

Digo traición -en el caso de los generales, alta traición, aunque fuera inducida por sus superiores- porque cabe la remota posibilidad de que alguno de los políticos no separatistas que fueron a la improvisada Casita Blanca Estelada, Logia Lautarol o Saleta Kitty no supiese a lo que iba, pero el fiscal y sobre todo los dos generales sabían perfectamente que era un sitio o un acto al que nunca deberían ir. De hecho, si el general Alvarez-Espejo no informó al Ministro de Defensa de la reunión, Morenés debe apartarlo inmediatamente de su cargo y formarle Consejo de Guerra por trato sedicioso con los enemigos de nuestra nación. Y si acudió con el conocimiento de Morenés, el ministro y el general deben ser destituidos de inmediato y juzgados en los tribunales correspondientes. Naturalmente, en el caso de que Álvarez-Espejo –el trato a Gozalo habría de ser el mismo- no sólo actuara por orden o con permiso de su ministro –es lo que debería aclararse en el juicio- sino con la anuencia del Presidente del Gobierno, es el Jefe del Estado, Felipe VI el que debería pedirle explicaciones a Rajoy.

¿Masones, frívolos o "ayacuchos"?

Si hubiera algún partido con representación en las Cortes –tal vez UPyD- que no participase en el sarao golpista del Kitty, debería pedir esta misma semana al Presidente del Gobierno que explicara al Parlamento qué pretende implicando a dos generales, del Ejército y la Guardia Civil, en lo que, a primera vista, parece una actuación masónica como la de la famosa Logia Lautaro, que San Martín y O'Higgins fundaron en Cádiz y que, junto a la masonería regular, coordinó la rebelión político-militar contra España hasta lograr la independencia de Argentina y Chile, entre otras repúblicas.

Es inevitable contemplar la hipótesis de que ciertos generales no sean masones, traidores a España pero fieles a sus nuevos países, como los de la Lautaro, o sorprendidos en sus vicios, como los espiados por las SS en el Salón Kitty, sino lo que en la España del XIX dio en llamarse y así tituló Galdós uno de sus Episodios Nacionales, "ayacuchos", oficiales dispuestos a perder una batalla a condición de no darla, que es lo que se dijo que fue la de Ayacucho: una derrota pactada por los masones del Ejército español con los masones rebeldes de la Lautaro. Del ayer cabe, siquiera, dudar. Del hoy, poco. Desde la jefatura del Estado, con Campechano I, a la Presidencia del Gobierno con el PSOE y el PP, pasando por la Fiscalía y el Constitucional, toda la España oficial se ha ayacuchizado ante el separatismo catalán. No sería extraño que se ayacuchizaran el Ejército y la Guardia Civil de Rajoy. Que no son todo el Ejército ni toda la Guardia Civil, claro, pero que es todo lo que necesita el separatismo catalán para lograr la rendición de España.

Temas

En España

    0
    comentarios