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Es simplemente milagroso que un político tenga que irse a su casa por decir disparates en público. Las costumbres españolas ameritan lo contrario: todo cargo público sumergido en una declaración estúpida y perjudicial experimenta un refuerzo político en el partido, el Parlamento o el Gobierno directamente proporcional al tamaño del dislate y a la magnitud del escándalo. Cuanto más meta la pata, más blindado quedará. Así era la norma... hasta Trocóniz.

El representante popular en la presidencia del Pacto de Toledo ha limitado los últimos años de su vida pública a una continua y devota presencia en los medios polanquistas, así como a una suavización de las aristas que el imperio de Polanco exhibe contra el Gobierno. Roma no pagaba traidores pero Polanco los trata bastante bien. Trocóniz es un habitual de "Cinco Días" y allí ha dejado huellas de su romo talento y también aportaciones a su último disparate. No contento con proponer pensiones distintas según el sexo, ocurrencia que ha hecho historia y a la que se aferra el estadista norteño, se ha comparado a sí mismo con Galileo, por la inicua persecución sufrida.

O sea, que muy merecido este adiós, que esperamos sea definitivo. Y ojalá la troconización de la vida pública sea un hecho y nos acostumbre a que estos casos se repitan: disparate, dimisión; disparate, dimisión... ¡Qué bien!


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