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La propia naturaleza del terrorismo y el tipo de sociedad hiperinformada, aunque no precisamente enterada, en la que vivimos favorece un tipo de política antiterrorista hecha a golpe de reacción y con la adrenalina disparada por las imágenes macabras de la masacre más reciente. Sin embargo, ni hay salida fuera del Estado de Derecho para luchar contra el terrorismo ni tampoco se han ensayado muchas, muchísimas armas que en España lo harían más eficaz. En esto también rige el dicho antiguo: "vísteme despacio que tengo prisa".

El Gobierno Aznar muestra una determinación muy plausible sobre el problema político que encapsula y agrava el problema terrorista. Su firmeza en la política contra la dirección actual del PNV y en la petición de elecciones vascas está llena de sentido común y también de valor cívico. En cambio, el reforzamiento de los mecanismos del Estado de Derecho para luchar contra el terrorismo tropieza con una forma de hacer política medrosa, sinuosa y modosita, genuinamente centrista, que suele agotarse en declaraciones de buena voluntad y en demanda de consensos que ni siquiera en esta materia va a encontrar. Su única aliada de verdad es la opinión pública y será perder el tiempo todo lo que no sea apoyarse en ella tras cada asesinato para empujar al PSOE a sacar adelante una nueva política antiterrorista que endurezca las penas, agrave decisivamente el número de años de cárcel de los condenados y movilice realmente a las instituciones contra el terrorismo y su entorno político, todo su entorno, que no se limita a HB.

Pero la lucha contra el terror es también un ejercicio de paciencia y de eficacia. Hay que huir de las improvisaciones y de las ocurrencias. Pero dentro de la ley y a través de la ley hay que seguir hasta donde sea menester para salvar vidas y haciendas. Se puede llegar tan lejos como sea necesario. La izquierda está idiotizada por sus complejos ante el nacionalismo, pero la derecha debería evitar la idiotización por sus complejos ante la Izquierda.

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