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El cúmulo de disparates acumulado por el Gobierno en torno a las viviendas supuestamente vacías y a los impuestos dobles o triples con que pretende gravarlas va a más, y con el nuevo año no apunta remedios. Al contrario, cada vez pone más en evidencia un déficit abisal de imaginación, inútilmente compensado por un superávit sideral de desvergüenza. La famosa eliminación del IAE ha quedado convertida en un vulgar mecanismo recaudatorio, elementalmente progresivo, que haría las delicias de un socialista clásico. Vamos, que se le ocurre a Borrell en vez de a Montoro, y está todavía dando saltos de entusiasmo. Como tan importante resulta dejar de cobrar como seguir cobrando, nos gustaría que Rato y Montoro, al alimón, nos explicaran por qué las compañías que facturan más de un millón de euros deben ser castigadas pagando un impuesto que se perdona a quienes facturan menos, acaso (debe contemplarse ese caso) porque trabajan peor o son más manirrotas. ¿En qué han quedado los incentivos al empleo, a la productividad y al ahorro, que eran el norte de la política fiscal, laboral y económica del PP? Pues en lo mismo que la famosa austeridad tras la boda escurialense: en nada. Y por las mismas razones.

Porque cuando un líder y, a remolque suyo, un partido consideran que no tienen que dar explicaciones razonables de sus actos a quienes les han votado, cada vez irán más lejos en la arbitrariedad y en el disparate. Lo que han hecho con el IAE es pura arbitrariedad, pero resulta de una clarividencia ática al lado de la monserga que siguen dándonos a cuenta de las viviendas vacías, un concepto propio de “okupas” que el Gobierno ha hecho suyo para pasmo de izquierdistas y desolación de liberales. ¿Va a crear el Gobierno una policía inmobiliaria para averiguar qué viviendas están vacías y cuándo? No. Entonces, ¿cómo va a realizar eso que anuncia? Simplemente, no lo realizará. ¿A qué obedece entonces esta peregrina iniciativa? Pues a que Aznar también ha hecho suyos, en la letra o en el espíritu, los deleznables argumentos contra la propiedad privada que hasta ahora eran privativos de esa enfermedad intelectual llamada socialismo.

En fin, que el Gobierno ha empezado el año como terminó el pasado: disparatando. Ya veremos adónde le lleva tanto desvarío demagógico, pero, de momento, sigue adelante la estúpida campaña contra los propietarios de viviendas, ahora convertida en mamarrachada fiscal. ¡Y estamos a dos de Enero!

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