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Federico Jiménez Losantos

O Reino de España o Repúblicas Socialistas Catalanas

Hay que centrar el mensaje en destruir políticamente a Sánchez e Iglesias, no en ver qué líder de la derecha sale mejor parado en la derrota electoral.

Hay que centrar el mensaje en destruir políticamente a Sánchez e Iglesias, no en ver qué líder de la derecha sale mejor parado en la derrota electoral.
Pablo Casado, Santi Abascal y Albert Rivera. | EFE

Pedro Sánchez, a través de sus socios comunistas y separatistas, ha cometido el primer error serio de su campaña electoral, que sería decisivo si la derecha plural no anduviera singularmente errática, confusa y caótica. Tienen días suficientes para enmendarse, lo que no sé es si son capaces de rectificar o seguirán haciendo una campaña electoral digna de Atapuerca, cuando no había redes sociales, los mítines servían para algo más que salir medio minuto en la televisión y los líderes, se creía, eran más importantes que las marcas electorales, que suelen ser más importantes que los partidos.

Podemos iza la bandera de la República y la guerra civil

Pero comunistas y separatistas rufianescos ya han izado la bandera de la II República, que es la de la guerra civil, y han exigido que su socio Sánchez someta a referéndum la independencia catalana y la monarquía, es decir que someta a España a dos plebiscitos de disolución: el del Estado, o sea, la monarquía parlamentaria, y el de la Nación, es decir, su unidad. Lo han dicho claramente Iglesias y Rufián, y ninguno de los tres brillantes y jóvenes líderes del centro derecha ha sido capaz de entender que los socios imprescindibles para la entronización de Pedro I Cum Fraude han colocado el terreno electoral cuesta arriba para ellos, y su causa, jugándose el todo por el todo: una victoria que acarrearía la disolución inmediata del régimen.

Sólo la incomprensiblemente alicorta, gallinácea campaña electoral de Casado y Rivera y la algo sonámbula de Abascal, que tal vez se refugia demasiado en las impresionantes masas de adictos y olvida el no menos impresionante ejército de indecisos, puede explicar que cuando el enemigo, porque en esta campaña hay adversarios dentro de los bloques —socialistas y comunistas, PP, Cs y Vox— pero los bloques son enemigos irreconciliables, no se hayan lanzado de cabeza a defender el Reino de España. Y más con un rey que es el símbolo de la resistencia legal y nacional al golpismo separatista y tiene un nivel de popularidad extraordinario, y la prueba de que la nación y el orden constitucional prevalecerán frente a la alternativa social-comunista-separatista, que son las repúblicas bolivarianas catalanas, o la URSI, Unión de Repúblicas Socialistas Ibéricas, si la República de Euskadi y Navarra se une a los Països Catalans para hacer bulto en Europa.

Dicho de manera esta que los estólidos jefes de campaña, es decir, los agradaores de los césares de las derechas, puedan entenderlo: si las Izquierdas meten miedo a los suyos con la Derecha, las derechas deben meter miedo a los suyos y la parte menos enajenada de los ajenos con la II República, única forma de continuidad del bloque izquierdista-separatista, y la balcanización de España y las guerras civiles en los Països Catalans. Si las derechas pueden perder por el miedo que difunden las izquierdas, las izquierdas pueden perder por el miedo que siembren las derechas. Y nada de caer en la trampa mariacomplejinada de "dejar al margen la Corona", como ya me parece estar oyendo a casadistas y riveristas. La suerte de la Dinastía está ligada de forma irrevocable, por la valerosa actuación del Rey frente al Golpe y al vacío acobardado de Gobierno y Oposición, a la unidad nacional y al régimen constitucional, que es la Monarquía Parlamentaria.

En su gran discurso ante esa cofradía de la cobardía subvencionada que es el Círculo Ecuestre de Barcelona, Cayetana Álvarez de Toledo hizo muy bien en reivindicar el discurso del Rey frente a la claudicación infinita de esa burguesía catalana que, a fuerza de dimisiones, ha acabado por no ser una cosa ni la otra. El Rey está con España y los españoles estamos con el Rey. No hay más que discutir. Lo primero que hay que hacer en esta campaña electoral es defender a los que nos defienden, del Jefe del Estado al Tribunal Supremo, pasando por las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional y la Guardia Civil, garantía constitucional última de la unidad nacional.

No hagamos como los judas vaticanosos del Cristo de Mena, que han pedido a Rivera, Casado y Abascal que no vayan al emocionante acto "para no politizarlo". Antonio Banderas, con el pío Hollywood mediante, sí. Y si fueran los que quieren prohibir la Semana Santa y volar la Cruz del Valle de los Caídos, todavía mejor. Pero las derechas, ay, no, que nos politizan. ¿Habrá peor politización que negar a los políticos su apoyo a la religión? La iglesia institucional española, otra cosa son los católicos, está muerta. Y sin trazas de volver a la vida ni el Domingo de Resurrección. ¡Qué pena da!

España, por el camino de Sevilla o el de Barcelona

Y el otro error, este propio, cometido por Sánchez ha sido el de ligar el miedo a la Derecha a la formación de un gobierno como el de Andalucía. Ayer recordaba Javier Somalo algunas frases electoralmente suicidas de Falconetti ante ese inmenso sindicato de vagos que la política de claridad y reformas de la nueva Junta de Andalucía, obra de las tres fuerzas diestras, pone ante el temible peligro de acudir al INEM y tal vez, tener que trabajar.

En su discurso de Dos Hermanas, estúpidamente sincero y por eso mismo aprovechable, Sánchez pixit et dixit:

Si la derecha suma, se van a entender y van a hacer en España lo que están haciendo en Andalucía. (…) Hay un riesgo importante de que la derecha sume, por eso es importante que vayamos a las urnas.

Y exactamente eso, sin quitar ni poner una palabra, es lo que debería estar haciendo cada uno de los tres partidos que pueden quitarle la Moncloa a Sánchez, como le quitaron San Telmo a su íntima enemiga Susana Díaz: decir que van a hacer en toda España lo que están empezando a hacer, y muy bien, en Andalucía. Yo no sé los votos que puede ganar la Izquierda en esa región y con ese discurso, pero estoy seguro de que, en las regiones sometidas a la corrupción socialista, uncida siempre a la de comunistas y separatistas, la Derecha plural ganaría muchos más. También en Andalucía. Hay que plantarse en Sevilla y decir que la Izquierda quiere llevarnos por el camino de Barcelona, que es el de la tiranía, el matonismo y la corrupción.

Hay tiempo todavía para sembrar en la opinión la simiente de la pura realidad: si gana Sánchez vamos camino de la recesión económica y de la II República, camino de la balcanización y el guerracivilismo en toda España. Pero no se puede perder ni un minuto más en mamarrachadas sectarias. Hay que centrar el mensaje en destruir políticamente a Sánchez e Iglesias, no en ver qué líder de la derecha sale mejor parado en la derrota electoral.

El peligro que corre Abascal

No lo ha cometido, aunque en su partido los hay que juegan a ser cabeza de ratón antes que cola de león, pero Abascal cometería un gran error si cree que, tras esa derrota y la inmensa decepción consiguiente, se abriría ante Vox un camino victorioso. Todo lo contrario: la culpabilización generalizada en las derechas llevaría a sectores del PP y Cs a acercarse al PSOE, aunque el PSOE siguiera alejándose de la Ley y de la Nación.

Lo que haga Vox en el futuro -amén de su aportación esencial, que es romper los tabúes de lo políticamente correcto, sumiso ante la Izquierda- lo hará con el PP. Lo que Rivera -que ha comprometido su carrera política en el "No es no, Sánchez"- haga tras las elecciones, lo hará con el PP y Vox. No se trata de lo que quieran ni de que se quieran. Es que o lo hacen juntos o se suicidan. Porque los españoles ni queremos ni vamos a suicidarnos con unos políticos incapaces de explicar a la ciudadanía lo que nos jugamos en estas elecciones, que es bien sencillo: o Reino de España o Repúblicas Socialistas Catalanas. Más sencillo, imposible. Que lo entiendan los tres partidos nacionales, improbable.

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