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Con la ONCE al fondo, los ministerios de Economía, Hacienda y Trabajo, sus inquilinos pasados y presentes, los estrategas de cada tribu popular y los medios de comunicación más sensibles a sus intereses han comenzado a dar, valga la metáfora, palos de ciego. Al anuncio de que el PP iba a llamar a declarar en la Comisión de Investigación Parlamentaria de Gescartera nada menos que a Ruiz Jarabo, que pasa por ser el enemigo político más feroz de Giménez Reyna, se añade ahora la noticia de que también Pedro Ferreras, cuya estadía en la SEPI no goza precisamente de buena prensa moral, será llamado a declarar por el Grupo Popular para ver si aclara por qué razón empresas de la SEPI tenían cientos de millones confiados al chiringuito de Camacho. O muy claro lo tiene el PP, o muy claro lo tiene Ferreras, o poco le importa al partido de Aznar el presente y el futuro de la eclipsada estrella política del catalán.

En las últimas horas, la rumorología de los mentideros madrileños está alcanzando la incandescencia de tiempos de Ibercorp. La supuesta llegada a manos de Montoro de la lista de los inversores secretos de Gescartera, los treinta y tres célebres de las treinta y tres equis, ha desatado un huracán de rumores y circulan listas y más listas de afectados por su publicación, que se considera inminente. Con la lista en Madrid, ahora se trata de saber quién va a patronear desde el Gobierno la estrategia en este endiablado asunto, del que nadie sabe exactamente ni las dimensiones ni las implicaciones a largo plazo.

Pero a corto plazo, sí. Parece evidente que entre los ministerios de Economía y Hacienda se ha desatado una carrera por ver quién entrega la cabeza de quién. La diferencia es que mientras desde el feudo de Montoro se apunta al acoso y derribo de Pilar Valiente como forma de comprometer a Rato, en los predios del desabrido vicepresidente Económico se apunta directamente al actual ministro de Hacienda como idónea cabeza cortada para finiquitar el caso. La experiencia, el carácter y los apoyos mediáticos de Rato permitirían pronosticar un futuro corto y accidentado para Cristóbal Montoro. Pero desde Hacienda se dispone probablemente de mejor munición, la primera remesa ya en Madrid. Y no es fácil imaginar a Montoro tirando la toalla, salvo indicación superior.

Esta es la clave del cantado enfrentamiento entre Economía y Hacienda: la actitud del Presidente del Gobierno. En otros tiempos, habría sido Aznar el que empuñase las riendas del caso Gescartera. En los actuales, con las incógnitas objetivas del caso, la anunciada retirada electoral del Presidente y la falta de una estructura jerarquizada en el Gobierno para la toma de decisiones, lo normal es lo que empieza a dibujarse: una mezcla de piñata y del juego de la gallina ciega. Aunque el PP no es el PSOE, ni el aznarismo es el felipismo, lo cierto es que todo recuerda demasiado los tiempos de Ibercorp: un presidente que no sabe o no contesta y unos ministros dedicados a la razonable guerra de la supervivencia. Que suelen perder todos.

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