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Federico Jiménez Losantos

Para el PSC-PSOE, España es plurinacional pero Cataluña, no

Pero un partido inserto en un partido español -ah, la maldita E de PSOE- no puede borrar lo español de Cataluña sin borrarlo del conjunto de España. Y ahí tropiezan.

Pero un partido inserto en un partido español -ah, la maldita E de PSOE- no puede borrar lo español de Cataluña sin borrarlo del conjunto de España. Y ahí tropiezan.
Miquel Iceta y Pedro Sánchez | EFE

Cómo será de grave la deriva separatista de la banda de Iceta -el PSC no es un partido político, sino una banda de chiquilicuatres- que hasta Valls ha publicado una tribuna tan razonable en El Mundo que no parece suya. Tal vez la inmersión en la Cataluña real le va abriendo los ojos sobre la realidad de la única categoría intocable para el exprimer ministro francés y concejal de Barcelona, que es La Sagrada Izquierda.

Hace ya más de cuarenta años que, en Cataluña, la Izquierda -el PSUC y luego el PSC- se pasó al separatismo, según la fórmula del pujolismo-leninismo acuñado por el comunista Vázquez Montalbán al servicio del Honradísimo -Vázquez dixit- Pujol. Su trabajo desde entonces ha sido el de criado o cipayo de la carcundia de Montserrat y el tribalismo catanazi. Y su tarea básica, la de perseguir el español y a lo español.

Iceta culmina la ingeniería social puesta en marcha a finales de la Dictadura por tinglados "unitarios" como la Escola d´Estiu Rosa Sensat y que se ha impuesto, artera y despóticamente, en la democracia. Su objetivo táctico era la expulsión del español de la Enseñanza y la Administración. Su objetivo estratégico es borrar como indeseable, ajeno e impuesto por el franquismo cualquier rasgo español de la realidad catalana. Pero un partido inserto en un partido español -ah, la maldita E de PSOE- no puede borrar lo español de Cataluña sin borrarlo del conjunto de España. Y ahí tropiezan.

Si España es una nación, Cataluña no es "un sol poble"

La fórmula socialista es proclamar que España no es una nación, ni siquiera un Estado nacional con siglos de existencia, sino una defectuosa construcción estatal que no puede ocultar su naturaleza "plurinacional"; una colmena de laboriosas abejas nacionales a las que un ejército de zánganos, lo único español en ese Estado disparatado, ha impedido libar su rica miel. Sólo matando a los zánganos, o sea, liquidando España, podrán las abejas nacionales plantar su colmena sin mezclarse con otras, elegir la reina de su melosa república y andar de flor en flor, tan ricamente. Y colorín colorado.

Eso, en Cataluña, donde Iceta lleva años "muriéndose de ganas" de ser presidente de la Generalidad. Para ello debería reeditar el Tripartito, el tercero ya, que además se doblaría en Barcelona y Madrid, según diseñó el multimillonario separatista y comunista Roures, con Junqueras e Iglesias. Y aquí viene lo difícil: ser separatista con Podemos y Esquerra en Cataluña es fácil. Ser separatista, o sea, anticonstitucional, en Moncloa es complicado. Sin embargo, Iceta y los icetáceos del Frente Popular Separatista tienen que conseguir que Cataluña sea lo que quiere la Esquerra, "un sol poble", para lo que será necesario prohibir que en Cataluña haya españoles, y la única forma de hacerlo es que no haya españoles en ninguna parte. Sólo apátridas que buscan colocarse en alguna nacionceja nueva, antes región o provincia. No hay otra salida en Derecho que torcerlo y retorcerlo hasta pulverizarlo.

El populismo judicial, pieza clave del frentepopulismo

Y no es imposible. Estamos viendo a diario que sobran jueces en España para ciscarse en la Ley y medrar en su carrera mediante lo que ha dado en llamarse populismo judicial. Desde la sentencia absolviendo a los golpistas para agradar al Gobierno, a la que obligó a la familia Franco a enterrarlo donde dijera el Gobierno, o al reciente "Caso Arandina", hijo de la fechoría del Supremo en el de La Manada, y aplicación del Derecho del revés de Carmen Calvo ("si una mujer dice que dijo no, es no") está claro que hay tribunales dispuestos a decir, y por unanimidad, que lo blanco es negro si lo quiere el Gobierno y lo respalda la horda mediática progre.

La tarea es legalmente imposible, pero eso a los socialistas les da igual, mientras Sánchez se siente en la Moncloa. Hay que destruir el sujeto político constitucional, que es el pueblo español, y convertirlo en objeto de otro sujeto: esa "nación de naciones", antes España, en la que sólo quedaría proscrita una nación, la española, a cambio de las "de momento, ocho" naciones de Iceta. Todos los españoles seríamos ya como los de Cataluña: extranjeros en su país, huérfanos en busca de una nación de acogida. Y lo harán. Mediante leyes mostrencas, contradictorias, delictuosas y delictivas, pero, entre el Constitucional, el Supremo y el CGPJ, vaya si lo harán. Ya ha dicho el PSOE que hablará con ERC de seguridad jurídica, no de Constitución.

Las Derechas tienen que moverse, ya

Aunque es improbable que el mayor traidor de la Historia de España, o sea, Sánchez, cambie de caballo en mitad del río, la gravedad de lo que ya abiertamente dice el PSOE, dispuesto a cargarse el régimen para formar Gobierno con los enemigos de la Libertad, la Propiedad y la Nación, debe hacer reflexionar al PP y a Vox. Mejor a los dos que a uno solo. Lo que el PSOE dice ahora es exactamente lo contrario de lo que dijo en la campaña electoral: que no quería depender de comunistas y separatistas. Y aunque al día siguiente de su mal resultado se abrazara con el marqués de Galapagar y partiera a humillarse ante los que decía que quería combatir, demostrando que no es de fiar, es evidente que la Oposición, los tres partidos nacionales, tampoco les parecieron muy de fiar a los españoles. Y hasta que no tengan ocasión de intentar convencerlos de nuevo, tienen la obligación moral de dejar claro ante la opinión pública que prefieren un mentiroso en solitario que un gobierno de mentirosos comunistas y golpistas, que viene a liquidar un régimen constitucional en el que, todavía, podemos votar PP, Cs y Vox.

En mi opinión, es necesario, urgente, antes de llegar a la investidura, que PP y Vox ofrezcan su abstención en favor de un gobierno del PSOE en solitario o con independientes, pero sin comunistas ni separatistas. No cabe esperar al desgaste de un gobierno que antes habrá desgastado a la nación. Y todos los medios de comunicación nacionales y constitucionales no sólo defenderemos esa posición, sino que la agradeceremos. Si saliera, porque siempre será mejor aguantar a Sánchez, que, además de Sánchez, a Iglesias de vicepresidente y a Delgado u otro garzonejo de ministro de Injusticia.

A Falconetti lo vamos a tener que soportar, de una u otra forma. Limitemos, pues, su capacidad de acción y preparemos la resistencia a su Gobierno. Para ello, lo primero es romper el único argumento de fuerza en su discurso: que no tiene otra opción que echarse en brazos de comunistas y golpistas. Ya sabemos que Abascal, Casado y Arrimadas odian a Sánchez, y que es un mentiroso. Pero los que les hemos votado no perdonaríamos que no hayan sido capaces, si no de formar Gobierno, de hacer oposición inteligente. No hay que pensar en la Investidura sino en el día siguiente. Y eso exige presentar a la opinión nacional, junto al ataque a Iceta y Sánchez, la evidencia de que tenían otra salida que buscarse esos socios. Y que, por haberlos elegido, el PSOE desaparecerá. Para defender a la Nación hay que sacrificar narcisismos, tragar quina y empezar a preparar ya esa alternativa que, hasta ahora, ni han sabido ni han querido crear las Derechas.

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