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Federico Jiménez Losantos

Podemos desprecia a las víctimas del nazismo y a las del comunismo

No hay que pasarles ni una, o acabarán pasándonos a todos por encima. Véase Iberoamérica.

No hay que pasarles ni una, o acabarán pasándonos a todos por encima. Véase Iberoamérica.
Carolina Alonso, la portavoz de Podemos que llamó | EFE

Podemos es el típico partido comunista emboscado del siglo XXI y actualiza la ruptura de los seguidores del marxismo-leninismo-estalinismo con los partidos comunistas llamados "revisionistas", que se mantuvieron relativamente fieles a Moscú cuando rompió con Pekín y el "maoísmo". En España, supone la vuelta a los partidos comunistas de extrema izquierda que rompieron con el PCE por su política de "reconciliación nacional" y se negaron a aceptar el régimen democrático salido de la Transición, fruto a su vez del pacto entre el franquismo "aperturista" y el PCE "eurocomunista". Sus organizaciones más importantes fueron el FRAP, el GRAPO y la ETA. Otros grupos maoístas -PTE, ORT, OCE "Bandera Roja"- y los "entristas" trotskistas se disolvieron en el PCE, el PSOE y el PSP de Tierno Galván.

Los rojos del Telón de Acero

Sólo el FRAP, el GRAPO y la ETA no reconocieron la democracia, como sí hicieron los PC europeos más importantes: el italiano, el francés y el español. El portugués de Cunhal quedó varado tras el telón de Acero, en la Revolución que pudo convertir Oporto en Camagüey. En Iberoamérica, rechazaron la democracia los hijos de Cuba o Pekín. Sendero Luminoso, entre los maoístas, y los narcoterroristas colombianos FARC y ELN fueron responsables de un terrorismo salvaje, con miles de muertos y secuestrados, con sus jefes cómodamente instalados en La Habana o incluso en Madrid.

Es el caso de cabecillas montoneros como Firmenich, una de cuyas masacres acaba de ordenarse investigar en Buenos Aires a la jueza Servini, la que quería juzgar ministros franquistas, nunca terroristas de su izquierda. Los libros de Victoria Villarruel y Ceferino Reato describen perfectamente cómo los Kirchner han blanqueado la memoria de su terror. En España, el libro de Rogelio Alonso prueba lo mismo con el terrorismo etarra, al que ha blanqueado el PSOE y, antes, Podemos. De hecho, Pablo Iglesias ni intentó blanquear el terror para alabar a la ETA, tan semejante a su paterno FRAP.

Desprecio de la libertad, de la Ley y de la vida

Lo que caracteriza a todos los grupos "m-l", marxistas-leninistas, de ayer y de hoy, es el desprecio de la vida humana para lograr el triunfo del comunismo, el uso alternativo de legalidad e ilegalidad para conseguirlo, y la financiación por cualquier medio de sus organizaciones. Si Lenin se financió con los bancos que robaban Stalin y "Kamo" y, luego, con el oro alemán, ¿por qué no habrían de financiarse los comunistas del siglo XXI con el opio -lo hizo Mao-, el tráfico de cocaína o la minería ilegal mafiosa?

Gente de tan pocos escrúpulos -los que apartaron del comunismo a los PC europeos desde finales de los 60 del siglo pasado- tampoco los tiene en la propaganda, acusando de cualquier cosa, mejor falsa que cierta, a sus enemigos. Por eso se han unido a los nacionalistas, que "bestializan" a los españoles antes de matarlos o privarles de sus derechos civiles. Y por eso la izquierda madrileña, casi toda comunista, de militancia o de inspiración, porque el PSOE dejó de existir en favor del sanchismo-leninismo, ha dado en llamar últimamente "nazis" y "asesinos" al PP, a Vox y a Ayuso. Antes, eran más o menos "fachas" o "facistas" Ahora, directamente, "nazis".

El mantero-diputado podemita Mbaye, se levanta y dice en plena Asamblea de Madrid que las políticas del PP son "asesinas". Y sea porque, después de tantos años, sigue sin saber español y lee con dificultad lo que le escriben, sea por la costumbre de la Derecha de no reñir con la Izquierda, nadie pide echarlo de la cámara o lo denuncia en la comisaría más próxima.

La propaganda audiovisual antinazi

Pero si ser comunista hoy supone despreciar la masacre de más de cien millones de personas, sacrificadas en el altar del marxismo-leninismo, llamar "nazis" a partidos como PP y Vox o a la administración de Ayuso supone despreciar el sufrimiento de todas las víctimas del nazismo, que, a diferencia de las víctimas del comunismo, llenan las pantallas de cine y televisión desde el final de la II Guerra Mundial. Son, en cambio, muy pocas las películas y series dedicadas a la represión comunista, pese a ser varias veces más mortífera que la hitleriana. Y una forma relativamente indirecta de ocultar el genocidio comunista es tratar casi exclusivamente el nazi, centrado sobre todo en los seis millones de judíos que murieron en los campos de concentración en los dos últimos años de la II Guerra Mundial.

Pero ese mismo sesgo izquierdista en la producción audiovisual es lo que hace particularmente nauseabundo hacer un paralelismo entre la administración de la Comunidad de Madrid y el III Reich de Hitler. No es sólo grotesca la comparación entre Isabel y Adolf, que demuestra el nulo caletre y la burricie intelectual de estos pelanas podemitas, hoy divididos entre el Clan de Galapagar y la Banda Errejonera de Yoli Trompetilla. Es, sobre todo, una burla de los que, antes de ser asesinados, sufrieron, como Ana Frank, el entierro en las paredes de su propia casa, o, como los millones de enviados en los trenes de la muerte a Auschwitz o Treblinka, pasaron meses viendo morir a otros, separados para siempre de los suyos, antes de acabar gaseados y reconvertidos en piel para pantallas de salón.

Cuando uno ve en las terrazas de Madrid a las "víctimas" de Ayuso, a orillas de la cerveza, camino de la cena o el musical, y recuerda a los personajes de La lista de Schindler, su absoluto desamparo, su terror, su conciencia de ganado camino del matadero, es preciso concluir que los que los comparan son unos miserables. Y que, en el fondo, han vuelto al pacto nazi-soviético para repartirse Europa, sobre los millones de cadáveres que fuera menester.

De las SA "bistec" al ecologismo "sandía"

Los comunistas de todo el mundo alabaron a Hitler de la forma más obscena durante los primeros años de la II Guerra Mundial. Sólo cuando Hitler atacó la URSS, que ya se había anexionado la mitad de Polonia ("cárcel de los pueblos" la llamaba la sierva de Stalin Dolores Ibárruri), se volvieron antinazis. Pero ahí están las hemerotecas para quien las quiera frecuentar, y hay libros de sobra que demuestran hasta qué punto no sólo los nazis copiaron casi todo de los comunistas, sino que fueron admirados por éstos, desde Stalin a las SA "bistec", pardas por fuera, rojas por dentro; como los "sandías" de hoy, ecologistas por fuera y antropófagos por dentro.

Es una tentación explicable dejar por imposibles a estos canallas que comparan la Madrid "tabernaria" de Ayuso, próspera y bullanguera, con la parafernalia nazi que hoy sólo tiene parangón en las dictaduras comunistas. Sin embargo, basta asomarse a los libros de texto del PSOE para ver que todo lo bueno que damos por sabido tiende a ser borrado o dado por malo. Y que todo lo que se diga sobre la ignorancia de las nuevas generaciones probablemente se quedará corto. Esas criaturas atadas a un móvil no verán más crímenes que los nazis y al menos una parte de ellas llegará a pensar que esos a los que llaman nazis pueden serlo, y, por tanto, criminales.

Las mentiras pueden imponerse

¿Qué ha pasado en el País Vasco y Navarra? ¿Qué pasa en Cataluña? Que las mentiras se han impuesto por no ser suficientemente combatidas. Esa lección debería alertarnos incluso en el Camelot liberal de Madrid, que parece a salvo de los manteros de la Historia y los mantras de los mantas de Podemos, epítome de los propagandistas del Gulag. No hay que pasarles ni una, o acabarán pasándonos a todos por encima. Véase Iberoamérica.

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